La calle dedicada en Málaga al jorobado de Notre Dame conjuga los equipamientos más variados con abundantes árboles y parques cercanos
Ayer vimos cómo a un par de metros de sendas calles con nombres tan operísticos como La Boheme y Rosamunda corretea un arroyo bañado en plásticos y otras basuras que los usuarios del polígono El Viso deben badear, nada más terminar la calle Canadá, porque no hay puente ni pasarelita que lo cruce, en un entorno pensado únicamente para el coche.
En estos tiempos en los que el continente se valora mucho más que el contenido, no debemos dejarnos engañar por nombres pomposos como los anteriores pero tampoco por todo lo contrario; es decir, por nombres que ocultan una realidad mucho más halagüeña que la que pregonan.
Un ejemplo clarísimo lo podemos ver en la calle Quasimodo. Si alguien nos informa de que vive en esta calle, de inmediato nos vendrá a la memoria el personaje creado por Víctor Hugo, o probablemente el de Walt Disney. En todo caso, una criatura sólo comparable con la parte de atrás de una nevera…pues la realidad es otra.
Si La Boheme es sinónimo en la Málaga real de un arroyo que transporta basura en cantidades industriales, valga la redundancia, Quasimodo se corresponde con una de las calles más agradables de la ciudad. Se encuentra en el Cortijo Alto, el barrio justo encima del Palacio de Ferias y el Cortijo de Torres, muy cerca por cierto de calle La Boheme.
Si todo el barrio cuenta con baja densidad de edificios, esta calle está acompañada además de varios equipamientos, el primero de ellos la bonita sede de la asociación del Síndrome de Down de Málaga, que cuenta con unos parterres exteriores frondosos y con hierbas aromáticas que se encargan de mantener al pie de la calle los propios asociados.
Delante de la sede, ya en la calle Pierrot, un parquecito de suaves lomas nos hace olvidar la vecindad de la carretera.
Pero volviendo al enamoradizo y afligido Quasimodo, en la calle que lo recuerda hay plátanos orientales y jacarandas; un hospital de moderna factura; una escuela –el colegio público María Zambrano– de atractivas líneas arquitectónicas y rematan la faena dos pistas deportivas valladas y un parque infantil, ya al doblar hacia la calle dedicada al teatrero de Max Estrella, desde donde se avista la torre cilíndrica de la parroquia de San Ramón Nonato.
Si hay que ponerle una pega a la zona, que no a la calle, deberíamos dirigirnos a la amplísima zona verde que separa el polígono El Viso de este bonito barrio y que rodea la enorme rotonda de la avenida María Zambrano.
Lo más que se puede decir de esta zona verde es que es verde. No hay más. Los cuatro árboles tristes que vegetan en ella parecen haber sido depositados al albur en este mar de hierba tan soso. Es algo más que un parque minimalista, en realidad retrata su ausencia. Si yo fuera Quasimodo, me subía a un campanario y tocaba a rebato para movilizar a todos los jardineros del mundo. Algo habrá que hacer con esta desangelada parcelita.