La biblioteca del Torcal tiene encima un centro ciudadano además de escaleras sin cerrar, una distribución que hace complicada la convivencia
La canción popular infantil Vamos a contar mentiras nos descubre un mundo al revés («Por el mar corren las liebres, por el monte las sardinas»), panorama que algunos expertos en folclore califican de subversivo.
Sin embargo, no hace falta trasladarse al paisaje imaginado por esta conocida canción, con sardinas corredoras y ciruelos cargados de manzanas, para toparnos con el mundo patas abajo. De hecho, en la realidad de Málaga podemos localizar paisajes surreales muy sugerentes, uno de ellos, en el barrio de El Torcal, en la Carretera de Cádiz, aunque seguro que los vecinos afectados no lo encuentran sugerente ni de lejos.
Costeada por los fondos FEIL, en 2011 se inauguró la biblioteca municipal del barrio, dedicada a Narciso Díaz de Escovar y que se encuentra en la calle Niño de Gloria.
Distribuida la biblioteca entre la planta baja y el sótano, al mes de inaugurarse el grupo socialista presentó una moción para que se colocara un panel de cristal en el sótano ya que «debido al peculiar diseño del edificio, la biblioteca no reúne las condiciones óptimas de silencio y reposo que requiere un lugar destinado a la lectura y el estudio».
El edificio tiene muchos espacios diáfanos y una escalera sin cerramientos que como imaginan, no amortigua precisamente el ruido. Como resultado hay numerosos carteles para que todo el mundo que entra, y por supuesto, todo el que sube las escaleras, no dé zapatazos ni hable en voz alta.
Pero si peculiar ha sido el diseño, es obvio que peculiar ha resultado la distribución, porque encima de la biblioteca se encuentra el centro social Lorenzo Muñoz, que como muchos centros sociales, organiza talleres, también de baile, y los pasos de los alumnos se escuchan debajo, en la biblioteca.
Se da la circunstancia además de que el centro social tiene mucha más luz natural que la biblioteca, parte de la cual, como hemos dicho, tiene sus dominios en el sótano.
Los usuarios del centro social, si se les recrimina el ruido que forman al recibir sus clases o el que organizan al subir las escaleras, suelen recordar que si a un edificio le colocas una biblioteca debajo y un centro ciudadano encima, pasa lo que pasa, y por supuesto no es culpa de los vecinos sino de quien diseñó el edificio y, sobre todo, de quienes le dieron el visto bueno.
Recuerda esta situación de otro mundo al revés, la del abandonado edificio central de Correos junto al río Guadalmedina.
Como destacaba al autor de estas líneas un veterano trabajador, era un auténtico disparate que el almacén del edificio se encontrara en las alturas del bloque y que hubiera que utilizar todo el santo día el ascensor. Con un amplio almacén en el sótano se habría solucionado el entuerto.
Al visitar la biblioteca Narciso Díaz de Escovar uno cree escuchar las carreras de las sardinas por el monte. Y van que se las pelan.