Un parque en la frontera con el campo abierto

5 Feb

El parque de la Hacienda Segovia, en Campanillas, con su apariencia tropical y golfista, es una pequeña sorpresa en la frontera de expansión de Málaga

Al hilo del centenario de la primera piedra del colegio Bergamín, en La Trinidad, este periódico recordó la vecindad del barrio con una extensa zona de campo conocida como el Campillo, que llegaba hasta el arroyo del Cuarto, pasado Gamarra, de ahí que la actual avenida de Barcelona se llamara la Acera del Campillo.

Se ha perdido en La Trinidad este recuerdo ya lejano de la vecindad con el puro campo, pero podemos imaginarnos cómo era si nos trasladamos a otro rincón de Málaga: Campanillas.

Allí se encuentran los modernos bloques de la Hacienda Segovia y de Procusán que además de lindar todavía con el campo, esta última zona linda con una enorme granja de gallinas cuyos efluvios son innegablemente campestres, como denunció en este periódico el pasado verano la asociación de vecinos.

Son los desajustes entre el avance urbanístico y el repliegue del campo, que a veces deja situaciones como esta.

Lo curioso además es que, frente a un horizonte de frutales, el callejero de Málaga por estos andurriales tan apartados tiene vocación de atlas, de ahí que nos encontremos con calles como Praga, Budapest, Oslo, Helsinki, Riga o Estocolmo, que evocan más bien rachas de viento y aguanieve y no este campillo tostado por el sol.

El autor de estas líneas ya se pasó por esta zona de frontera a comienzos de agosto y ahora ha regresado para comprobar que sigue contando con una de las zonas verdes más prometedoras de la ciudad. Porque calles con nombres de ciudades tan gélidas no pueden engañar los sentidos de los paseantes, ya que el parque de la Hacienda Segovia tiene un innegable deje tropical en uno de sus extremos, el más metido en el campo.

Allí crece, además de cipreses, ficus y palmeras, un estanque, acompañada de una suave loma que da a la calle Sarajevo la apariencia de un campo de golf. Piensen en la falta de complicaciones que supondría hacer algo parecido en la parcela del nuevo barrio de Soliva en la que los vecinos reclaman que se preserve una laguna que ha sido desecada por sus propietarios. Pues no hay manera.

Es complicado pasarse por estos lares y no toparse con el jardinero, Emilio Martín, que está sacando partido de la parcelita con mucho tesón. Una parcela en la que conviven pérgolas (con parras), veteranos olivos, falsos pimenteros, granados y naranjos.

El avance de Málaga no sólo se simboliza con bloques de viviendas, también con zonas verdes tan bonitas como esta. Y hasta la fecha, a dos pasos de las gallinas.

El triplete

Una curiosa e irónica pintada junto al antiguo Cuartel de Segalerva propone como pauta vital seguir el llamado «anarcoveganismo», que quedaría resumido con este lema: «Ni dios, ni amo, ni jamón». Quizás sin pretenderlo, recuerda a la triple tentación que había que vencer:  mundo, demonio y carne.

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