La continuación de la avenida de Adolfo Suárez, cortada aún al tráfico, atraviesa la gigantesca parcela de los antiguos depósitos, que recibe abono gratis
Exageran quienes aseguran que se acabaron, tiempo ha, las grandes expediciones en busca de parajes remotos. En una palabra, quienes aseguran que ya está todo el pescado vendido y que el concepto de tierra ignota hace décadas que hizo mutis por el foro.
Cierto que en la mayoría del planeta, incluso en el Amazonas, puedes toparte con seres de apariencia humana haciéndose un selfie pero todavía quedan espacios que, por lo menos, no están lo suficientemente trillados.
Es el caso de la gigantesca parcela de los terrenos de Repsol. Hace algunos lustros, cuando los depósitos estaban todavía en todo su esplendor, un servidor todavía recuerda las caras de espanto de los turistas que tras cruzar la Carretera de Cádiz para ir en autobús al aeropuerto, se topaban con este hito estético. Sólo faltaba que en el autobús sonara la frase de esos famosos dibujos animados: «No se vayan todavía, aún hay más» (horrores). Retirados los diez gigantescos depósitos y mejoradas en algo las aristas más impresentables de la planificación urbanística del Oeste de Málaga, lo que queda es un territorio, si no ignoto, sí poco hollado, y que está siendo muy aprovechado de forma fantástica por los dueños de perros y, claro está, por estos.
El año pasado esta crónica narró una pequeña incursión por el lado de la avenida de Europa. Pero en realidad no hace falta emular a ningún explorador ártico porque la avenida de Adolfo Suárez, que parte de Nuevo San Andrés, tiene continuación y atraviesa estos antiguos dominios del combustible con una estupenda carretera, todavía cortada al tráfico que es muy usada por los peatones.
Además, si se camina en dirección a Nuevo San Andrés y Dos Hermanas, a la izquierda encontramos una franja de terreno salvaje muy visitado porque falta un importante tramo de valla y por ahí se cuela hasta una división de tanques.
La impresión es la de estar en una zona de monte bajo en mitad de Málaga, reforzada por la cantidad de perros sueltos que trotan (y de vez en cuando obran) por ahí. Tal es la cantidad de animales pasándoselo en grande y que están desfogando por estos andurriales, que si el innecesario proyecto de los rascacielos nos da una alegría y no sigue adelante, tantos kilos y kilos de abono animal pueden terminar transformando la parcela de Repsol en el jardín subtropical de la Málaga del siglo XXI, como del XIX y XX lo ha sido La Concepción. Eso sí, con un poco de paciencia.
Quienes recuerdan los depósitos y el inmenso e inmaculado espacio repleto de tuberías y pertrechos, comprobarán que con las fuerzas de la Naturaleza siempre tenemos la de perder. Por suerte esta vez.
Huella
Desmontado hace días el árbol de Navidad, en la plaza de la Constitución dejó en el recuerdo de los malagueños una enorme estrella en el suelo (los cimientos del árbol).