La buena cara de esta ciudad de contrastes

16 Ene

Los alrededores de la estación de cercanías Victoria Kent, antes un pujante basurero, es hoy una zona limpia, cómoda y muy prometedora

Alguna vez hemos comentado que en las ferias turísticas, algunos publicitarios poco inspirados suelen tildar a todo país, región, comarca, ciudad, pueblo o pedanía de «crisol de culturas», «encrucijada de caminos» y «tierra de contrastes», de tal forma que estas tres manidas fórmulas turísticas lo mismo sirven para describir Sri Lanka que para referirse a Castilla y León, Tarragona o Alfarnate.

Por la crónica de hoy ustedes verán, ciertamente, que Málaga es una tierra de contrastes, porque si ayer hablábamos de la cíclica imagen lamentable que luce la vieja y abandonada prisión provincial de la avenida de Europa, hoy hablaremos de lo contrario: de la notable mejoría experimentada en un zona de nuestra ciudad que tenía vocación de vertedero, una vocación felizmente diluida.

Porque desde luego, a la asociación de vecinos de El Duende, la urbanización junto a los depósitos municipales del mismo nombre no se le podía achacar que no denunciara hasta la extenuación la lamentable situación de la estación de cercanías Victoria Kent. Una estación que por su vecindad con la suciedad extrema recordaba a un escenario de película de zombies, obras en las que no suele abundar la pulcritud.

La situación es ahora bien distinta. La calle dedicada a Mahler ya no linda con un campo abrupto y salvaje. Las hierbas continúan asomando a la calle, sí, pero la parcela está vallada y ya no es lugar predilecto de los botelloneros.

Ha desaparecido también del terreno municipal a extramuros de los almacenes del Duende la inmensa mayoría de herrajes de todo calibre. En su lugar nos encontramos con un terrizo limpio usado en buena parte de aparcamiento.

Y en cuanto la proximidad de la estación Victoria Kent, la basura que tanto creció durante las obras del bulevar ha dado paso en el lateral izquierdo a un par de bonitos parterres y delante a una amplia y limpia explanada.

Del esplendor basurero del pasado sólo queda un pequeño recoveco terrizo y escalonado en el que se amontonan algunas botellas y latas. Este rincón, a dos escalones de la calle Cortijo de Echarte, en Nuevo San Andrés, es un veterano lugar de prácticas del rito botellonero.

Pero quizás la mayor transformación ha sido la enorme rotonda que preside este enclave. Con gigantescos medios círculos ajardinados hechos de de teja es el comienzo del bulevar Adolfo Suárez, un nombre que todavía se encuentra tapado en algunos carteles, no así en la rotonda, pese a que el bulevar ya ha sido inaugurado.En esta ciudad de contrastes, crisol de culturas y, faltaría más, encrucijada de caminos, hoy hemos ofrecido un camino bastante mejorado. Felicidades.

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