El castigo mitológico de la antigua prisión de Málaga

15 Ene

Con una periodicidad desconcertante, el patio exterior de la antigua cárcel provincial se transforma en un variado vertedero con todo tipo de objetos y gatos

Los dioses del Olimpo eran más rencorosos que los malos de telenovela. A Prometeo, que consiguió robar el fuego de los dioses y entregárselo a los humanos, Zeus lo castigó encadenándole de por vida a una roca del Cáucaso, mientras a diario un águila se posaba sobre su hígado, no precisamente para hacerle cosquillitas.

Cada día, por cierto, se renovaba el tormento, algo que ni siquiera pasa con las declaraciones de la renta, mucho más espaciadas en el tiempo.

Sobre la antigua prisión provincial de Málaga parece haberse abatido uno de estos castigos mitológicos sin fin. Como a fin de cuentas está abandonada, no importa el grado de limpieza que reciba que a las pocas semanas amanecerá, una vez más, reconvertida en estercolero.

Esa es la impresión que tiene el autor de estas líneas, testigo como tantos vecinos de la avenida de Ortega y Gasset de la cíclica acumulación de porquería. Una porquería, todo hay que decirlo, que también tiene su lado estético.

Precisamente esta semana, en un documental de televisión sobre las islas Hawai se mostraba el cañón (geológico) más grande de los Mares del Sur. Pues bien, el juego de luces que las nubes provocan sobre ese paisaje ensoñador de montañas encrespadas y precipicios inmensos, nada tiene que envidiar a la catarata de latas de cerveza de todas las marcas y colores iluminada por el sol de Málaga, que desde hace años crece y se desparrama en la esquina izquierda de la prisión, la más cercana a Los Palomares.

La tenaz tertulia al aire libre que se celebra en esta esquina quizás algún día acabe con las reservas mundiales de cerveza. Por eso, pese a la basura, el vertedero de la antigua cárcel provincial es también un festival para los sentidos. Por ejemplo para el olfato: Los amantes acérrimos de los gatos disfrutarán de lo lindo cuando comprueben que el viejo patio frontal de la cárcel tiene una importante actividad felina. El resto de viandantes mejor que se tape la nariz porque no todo el mundo es afín al orín de gato.

La prisión se cerró de forma definitiva en 2009 y en 2012 se hizo cargo de ella el Ayuntamiento. Hasta la fecha, la mayoría de los malagueños sólo hemos podido verla si hemos tenido la suerte de ir al cine para ver la película favorita del público en el festival de Málaga, 321 días en Michigan, del antiguo compañero de La Opinión Enrique García, porque ha sido rodada en la cárcel.

Pero sin más rodajes a la vista, el horizonte vital de estos terrenos es la llegada de más latas de cerveza, cajas de plástico, excrementos varios y ventanas rotas. Contrasta este abandono con el cartel de la Junta colocado en la entrada y que informa de que se trata de un lugar de Memoria Histórica de Andalucía.

Hasta que la prisión no tenga un uso, todo apunta a que el castigo mitológico seguirá viento en popa. No vendrá mal barrer una vez más.

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