Los años en que siempre nos tocaba la pedrea

3 Ene

Hoy repasamos dos incidentes a pedrá limpia a finales del siglo XIX, uno de ellos una auténtica batalla campal, con banderas por ambos bandos

Muchas veces, cuando dudamos de las constantes racionales de una persona, bien sea por su comportamiento excéntrico o porque los lugares públicos y masificados en lugar de moverle a adoptar una conducta discreta le invitan a dar la nota de forma estentórea, solemos decir que «tiene una pedrá» o que viene ya «con una pedrá en la cabeza».

Esta expresión, extendida en toda España como comprobamos por la lluvia de pedrás que en los últimos dos años han recibido numerosos políticos catalanes, fue una realidad en la Málaga de hace algo más de un siglo.

Hasta la saciedad se ha mencionado en libros y periódicos las peleas de niños, niñatos, chaveas y homúnculos en el cauce del Guadalmedina y otros puntos de la ciudad. Un servidor no va a ser una excepción, sólo que, para no caer en las generalidades de siempre, hoy mencionaremos unos ejemplos que incluso a este firmante le ponen sus escasos pelos de punta.

En el Viernes Santo de 1891, a cinco meses de que la modernidad ingresara en Málaga de forma simbólica con la inauguración de la nueva calle Larios, tuvo lugar una furibunda pelea a cantazo limpio que ríase usted de la película 300. Fue una batalla del Mundo Antiguo inolvidable, una riña microlocalista entre chaveas de Olletas y El Ejido. Así lo contaba el periódico La Unión Mercantil: «En el primer punto se presentaron unos 200 zagalones a las tres de la tarde con banderas desplegadas y dando vivas. Salieron del otro lado unos 300, en la misma forma y se trabó enseguida la batalla con bastante encarnizamiento».

Pero la riña pasó a mayores y después de que volaran los ñoscos algún contendiente se pasó al tiro de precisión: el periodista cuenta que se oyeron «seis u ocho disparos» y que «las balas pasaban por cima de los transeúntes». Como el bochinche fue a mayores, la Guardia Civil tuvo que intervenir y detener a 27 de estos mamíferos bélicos.

Aunque el ejemplo más evidente de pedrea salvaje fue la que tuvo lugar en el cauce del Guadalmedina cuando era presidente del Gobierno nuestro paisano Cánovas del Castillo.

Al parecer, don Antonio tuvo la mala fortuna de visitar nuestra ciudad y las proximidades del río cuando una turbamulta de chaveas se intercambiaba lindezas en forma de muestras geológicas. El presidente del Gobierno se vio obligado a abandonar a gran velocidad este marco incomparable junto con las autoridades malaguitas.

En nuestros días, a grandes rasgos, las pedreas juveniles se han transformado en comentarios incendiarios en las redes sociales. Los métodos han cambiado pero el objetivo es el mismo: humillar al rival exhibiendo más mala leche que un tártaro y la misma falta de luces de siempre. Para algo tienen una pedrá.

El pequeño Nicolás

Forúnculo psicosomático ligado a la actividad política.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.