De la impepinable visibilidad de las farolas

31 Dic

Una farola de calle Santa María tapona del todo uno de los escudos heráldicos de la fachada del antiguo Hospital de Santo Tomás, un ejemplo más de mala ubicación

En marzo de este año que se marcha, esta sección dio cuenta de cómo una pequeña actuación municipal –un servidor ignora si entra en el campo de las famosas microactuaciones– puede desgraciar la visión de conjunto de un monumento.

Lo podemos comprobar en la entrada del mercado central de Atarazanas. Los responsables municipales no han tenido otro sitio para plantar un árbol que justo delante de la portada islámica, con lo que los turistas, malagueños y visitantes sólo pueden disfrutar del esplendor del siglo XIV a medias, gracias al dichoso arbolito.

Con que cualquiera se hubiera puesto a pensar unos segundos, el árbol podía haber sido plantado un par de metros más a la derecha y se habría acabado el problema.

Y ahora que se han hecho obras para frenar el declive del antiguo Hospital de Santo Tomás, se evidencia aun más el desgraciado emplazamiento de una farola en la calle Santa María. Este mobiliario urbano tapa por completo uno de los dos escudos heráldicos de la fachada, en concreto el de la derecha. Como además la farola cuenta con dos focos para alumbrar la fachada gótica del Sagrario, las posibilidades de contemplar el escudo desde cualquier ángulo son mínimas, incluso para el Cuerpo Nacional de Contorsionistas.

En este caso, el problema se habría resuelto no con unos metros, sino con desplazar la farola unos centímetros pero tampoco parece que ha habido ocasión.

Un problema parecido lo comentaba hace unos días el arquitecto malagueño Luis Ruiz Padrón: resulta imposible contemplar en todo su esplendor la fuente de Reding en dirección al Palo, gracias a un lustroso panel informativo de los aparcamientos municipales plantado en el sitio inadecuado desde hace años.

Por suerte, este panel (por sus hechuras más bien panelazo) no existía en tiempos del pintor malagueño Guillermo Gómez Gil, que habría tenido complicado pintar uno de los cuadros más admirados del Museo Carmen Thyssen de Málaga, La fuente de Reding.  Pero sobre todo le habría sido muy difícil en los últimos tiempos, porque hace poco algún inconsciente ha instalado a pocos metros de esta fuente del siglo XVII un palitroque de metal que no anuncia nada bueno, pues no es seguro que el palo permanezca ahí, sin más, sino que seguramente sostendrá cualquier cosa de obligada colocación.

A algunos puede resultarle excéntrico el hablar de estas cuestiones, pero son precisamente atentos malagueños de a pie los que han reparado en detalles como el de Atarazanas o el Hospital de Santo Tomás, señal de que cada vez exigimos más porque nos preocupa el aspecto general de Málaga.

A Diego

La crónica de hoy, última de 2014, está dedicada al gran Diego Moya que ya está arriba, en el pelotón de los buenos de corazón.

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