Con la urbanización del resto de una enorme parcela, acaba para los vecinos de la calle México una convivencia de casi 40 años con un molesto parking-barrizal
El refrán lo dice claro: no hay mal que cien años dure. En Málaga, sin ir más lejos, los vecinos de la calle México han soportado sus males alrededor de 37 años, pero todo tiene un fin.
En febrero de este año, también sin alejarse mucho, esta sección ya contó cómo el terrizo nauseabundo que dominaba una importante extensión de esta calle muy próxima al antiguo hospital Carlos Haya había experimentado un importante achique de espacios, como diría el futbolero Jorge Valdano.
Aproximadamente en la mitad de este páramo digno de Pedro (y en verano, metafóricamente hablando, un llano en llamas) se estaba levantando un edificio de seis plantas que hoy está casi terminado, un bloque que albergará 90 viviendas de VPO con cocina amueblada, garaje y trastero.
Este espacio vecino del Parque del Norte nació de los rellenos de arcilla y escombros de un tejar vecino, el de Martingalo, pegado al arroyo del Cuarto, de ahí su textura pegamentosa, ideal para que los conductores que dejaban su coche en estos andurriales –pues se utilizó de gran aparcamiento– terminaran presos en un barrizal los días de lluvia o teniendo que enfrentarse a una molesta polvareda cuando el sol castigaba el horizonte en verano.
Los vecinos, unas 150 familias, ni que decir tiene que estaban hasta las narices, recogieron firmas y en 2007 pidieron al Ayuntamiento que construyera un aparcamiento subterráneo y un centro social.
No cayó esa breva. El PGOU de 2011 proyectó en esta zona de propiedad municipal dos manzanas cerradas, una de las cuales acaba de finalizarse. El cambio que se aprecia en estos últimos días es que ya han comenzado las obras de urbanización en la otra parcela, así que el terrizo ha pasado, definitivamente, a mejor vida.
Y con él, también el modesto pero original jardincito que los vecinos más expuestos al barrizal y a la polvareda habían plantado como método de defensa contra el veterano intruso.
¿Quiénes pierden?, pues los conductores que tenían un aparcamiento barato a un tiro de piedra del hospital. Cierto que estaba en unas impresentables condiciones y que de vez en cuando había que sortear la ración diaria de cacas de perro, pero era más mucho más barato que un parking municipal y cabía un ejército de automóviles.
Ahora hay que buscarse la vida en otros espacios como el pequeño solar que hay en las proximidades, en la calle Núñez Vela y que suele estar a pleno rendimiento.
¿Quiénes ganan? los sufridos vecinos, que por fin conocerán lo que es un poco de calidad de vida en esta calle, abandonada a su suerte durante décadas –no tanto como 100 años pero como se dice por estos lares, una pechá de tiempo–. Ya les tocaba disfrutar.
Black Friday
La constatación de que en pocos años estaremos comprando un pavo por la fiesta americana de Acción de Gracias. «Así se fomenta la industria cárnica», argumentarán.