Las construcciones palaciegas de Sansón y Dalila o Los diez mandamientos son chambaos al lado de la catedral neogótica del consumo levantada en la calle Larios
En la calle Larios, para estas Navidades, se acaba de levantar un aparataje lumínico que ríase usted de los protagonistas de Los pilares de la Tierra. Si las criaturas inventadas por Ken Follet llegan a contemplar, aunque sólo fuera en sueños, esta luminosa creación, el folletín no dura ni dos páginas porque, desanimados, canteros y artistas habrían mandado su proyectada catedral al garete.
Este año nuestro Ayuntamiento ha abogado directamente por la fastuosidad; de hecho, la calle Larios también parece dejar en pañales las superproducciones bíblicas de Cecil B. De Mille (los templos y construcciones palaciegas de Sansón y Dalila y Los diez mandamientos parecen chambaos al lado de esta luminosa catedral del consumo).
Y como es lógico, hay opiniones para todos los gustos. Hay mucha gente desde luego a la que le encanta el montaje de este año. Un punto a su favor es que toda la fanfarria lumínica está por los aires. Aunque tape los edificios de la calle Larios y el cielo, por lo menos no son las aparatosas estructuras que otros años solían ponerse al pie de la calle, para dificultar el paso de los turistas y visitantes-consumidores. En todo caso, en la calle Larios nunca faltan por estas fechas exposiciones de fotos, carteles o de otro tipo que si bien son muy vistosas, también entorpecen la circulación y ayer ya se estaban instalando estos grandes marcos para la muestra del momento.
De cualquier forma, a un servidor este panegírico neogótico de la Navidad le parece un poco desproporcionado y por emplear otro adjetivo, algo fallero.
El firmante entiende que haya gente entusiasmada con este atracón de iluminación pero todos esos arcos dignos de la Catedral de Burgos y esos enormes candelabros salidos del palacio de La Bella y la Bestia son tan impactantes como exagerados.
En cualquier caso, qué duda cabe que nuestro Consistorio ha sabido conectar con esa tendencia a la desproporción tan apreciada en Málaga. Al fin y al cabo la tribuna de Semana Santa que disfrutamos hasta la fecha en la plaza de la Constitución, los simpares chiringuitos megalíticos autorizados en La Malagueta o el próximo hotel Málaga Palacio en Hoyo de Esparteros, firmado por Moneo, no son sino expresiones varias de nuestra querencia por lo «ostentóreo», como diría el exalcalde de Marbella.
Para el año que viene, no sería mala idea reproducir a lo largo de varias calles del Centro Histórico todas las estancias iluminadas del castillo bávaro de Neuschwanstein, sueño hecho piedra de Ludwig II, el Rey Loco. El éxito clamoroso estará asegurado.
Casas obreras
Aunque no constan en el paupérrimo catálogo del PGOU, gran símbolo de nuestra insensibilidad arquitectónica, el grupo de casas obreras de la calle Mochingo merecería una protección para que no se convierta, antes o después, en un solar- aparcamiento.
Málaga Merdellona. Ayuntamiento de Málaga.