La EMT publica la lista de objetos perdidos en los once primeros meses del año, una lista que constata cambios profundos en la sociedad
La semana pasada adelantamos que íbamos a hacer un repaso a los objetos perdidos en la EMT a lo largo de 2014. Falta un estudio antropológico y social sobre lo que los malagueños han dejado olvidado en la calle en los últimos siglos.
Las hemerotecas dan buena cuenta de estas pérdidas que el paso del tiempo convierten en huellas certeras de la vida diaria. En diciembre de 1971, sin ir más lejos, los periódicos informaban de los «hallazgos en la vía pública», que podían reclamarse en el mismo edificio del Ayuntamiento, en la planta baja, siempre que se pudiera acreditar la propiedad de lo perdido.
Entre las pérdidas invernales más voluminosas, «ocho cortes de trajes de caballero y un jersey». A esas alturas del año, finales de diciembre, ya eran casi 5.000 los objetos encontrados en la calle y entregados en el Consistorio por diligentes malagueños.
La EMT publica estos días 34 páginas con todo lo que los usuarios se han dejado en los autobuses desde el 1 de enero de este año hasta el último día de octubre. Lo primero que llama la atención es algo de lo que esta sección ya dio cuenta: en los autobuses de Málaga cada vez se lee y se charla menos y se guasapea y otean las redes sociales cada vez más, gracias a los móviles inteligentes.
Así que la animación que había hasta hace unos años, con la gente hablando y comentado cualquier asunto del día, se ha transformado en un silencio tecnológico inquietante y sepulcral.
Como prueba de este cambio de hábitos, en los 11 primeros meses del año se perdieron 25 libros por 43 teléfonos móviles (lo que llama también la atención es el bajo número de auriculares abandonados por despiste en los autobuses: sólo siete).
Estas pérdidas también nos sirven para constatar el peso casi testimonial de algunos objetos y prendas de vestir que antes abundaban: de enero a octubre los usuarios sólo perdieron una boina (en febrero y en la línea 20) así como una pitillera.
Y también siguen a la baja los pañuelos, hace unas décadas tan presentes: sólo cuatro pañuelos perdidos. Por contra, comienza a tener peso un objeto que cada vez abunda más en la playa y que además es un símbolo del ahorro familiar: los usuarios se dejaron olvidadas nueve neveritas.
Hay pérdidas, no obstante, que se resisten a cualquier análisis sociológico o antropológico y que llaman la atención por sí mismas. Así, sorprende que tres usuarios se dejaran sendas muletas a lo largo de estos 11 meses de 2013, signo evidente de que su recuperación iba viento en popa.
El más modesto y a la vez enigmático de los extravíos es sin embargo una chancla (no dos) que alguien perdió a finales de julio y que el conductor del autobús (no se indica el número de la línea) depositó en la cochera.
¿Algún pisotón inoportuno?, ¿la víctima no detectó la pérdida hasta transcurridos unos kilómetros? Un enigma pedestre pero fascinante.