Un auditorio de verdiales con efectos psicotrópicos

8 Nov

El auditorio de Mangas Verdes, levantado con fondos europeos, exhibe una lluvia de latas y piedras en el techo, pedradas en los cristales y pintadas de falsos viajes astrales

Esta semana hemos hablado de la próxima reconversión del turbulento terrizo por el que pasa de higos a brevas el arroyo Aceitero, en las alturas de Mangas Verdes, en una calle normal y corriente que evitará muchos rodeos a los vecinos.

Hay que cruzar esta próxima calle para encontrarse con el auditorio del barrio. Como el propio presidente vecinal, Antonio Martos, contaba esta semana a esta sección, es el resultado de los fondos europeos de tiempos del presidente Zapatero. Y el presidente vecinal es el primero en entender las críticas de muchos vecinos, que no comprendían que ese dinero europeo se destinara a un auditorio y no a arreglar deficiencias importantes del barrio. El caso es que esa partida no podía destinarse a arreglar esas deficiencias sino a proyectos como el auditorio y centro social que finalmente se levantó.

Y las instalaciones tienen su uso pero también otro para las que no estaban destinadas. Y no hay que ser un lince de Doñana para averiguarlo: para practicar botellón.

Y en efecto, esta estructura, pese a su juventud, se encuentra ya como la protagonista del diario de El diario de Bridget Jones o Micky Rourke, es decir, irreconocible.

Ya no es sólo el mar de cristales rotos que jalonan todas las gradas. Tampoco las latas y piedras que se acumulan en el techo del escenario como si se hubiera actualizado alguna maldición bíblica. Es, sobre todo, el escenario, que exhibe las telarañas de las pedradas en los cristales y la pintura roja que ha tomado este espacio vencido por la degradación.

Quizás la prueba más convincente se encuentra en el lado derecho, si miramos al público. Allí tenemos una sarta de pintadas que evidencian, mejor que cualquier experimento científico, los efectos que en el cerebro pueden tener las sustancias psicotrópicas.

Porque aparte de los inevitables símbolos fálicos que nunca faltan en toda pintada chunga que se precie, así como el dibujo de alguna hoja de marihuana, la mayoría de pintadas parece realizada, como mínimo, por sujetos emporretados con ciertas nociones poéticas, de ahí que nos topemos con frases como «andando drogao por la senda del mal» o conclusiones pesimistas sobre el más allá y el más acá: «Con tanto hijo de… aquí, yo pienso que el cielo debe estar vacío».

E incluso pensamientos filosóficos que harían las delicias de cualquier político republicano en Estados Unidos: «Lo que de verdad importa no se compra con pasta, pero mola tener la cartera llena por si acaso».

Hay incluso reflexiones sobre el incierto futuro de una niña de Chernobil e insultos que harían enrojecer a los ultras de un equipo de fútbol. Todo este dudoso retablo de las maravillas es lo que queda del auditorio, que necesita un lavado de cara urgente.

Lo único que los amigos de la pintada y la pedrada no han logrado es fastidiar las estupendas vistas de Mangas Verdes, con Málaga al fondo. Menos da una piedra.

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