La Asociación Bernardo de Gálvez repartió a los miembros del foro España-Estados Unidos un completo folleto sobre la historia y éxitos del estadista malagueño
La catarata de libros de la I Guerra Primera Mundial que este año se ha precipitado sobre los lectores conduce a una inquietante conclusión: hace cien años los grandes imperios estaban gobernados por zangolotinos y viejos chochos inmovilistas.
El grado de impericia llegaba a su más alta cota de perfeccionismo no sólo con el frívolo káiser Guillermo, sino también con su inepto primo, el zar Nicolás de Rusia, sin olvidar al carcamal de Austria-Hungría –que no tragaba a su sobrino, el heredero asesinado en Sarajevo– y el no menos cascado sultán turco.
No es por sacar pecho de la patria chica, pero la conflagración mundial probablemente no se habría producido nunca o se habría quedado en escaramuza cuartelera de haber ocupado esos puestos personas con la inteligencia y las dotes de gobierno de Bernardo de Gálvez, sacado del olvido desde 2006 gracias a la Asociación Cultural Bernardo de Gálvez y Gallardo, Conde de Gálvez.
Don Bernardo vuelve una vez más a la palestra en el año dedicado a su persona, porque con motivo de la reciente reunión en Málaga del foro España-Estados Unidos este mes, los representantes del otro lado del charco recibieron un espléndido folleto sobre el estadista nacido en Macharaviaya. Se trata de una publicación que llega a la categoría de pequeña obra de arte, por lo cuidado de su diseño.
Impreso en inglés y español, el folleto es un prolijo relato de la vida y obra de Bernardo de Gálvez, siempre con la vista puesta en resaltar su extraordinario papel en la Guerra de Independencia americana. De hecho, no es exagerado decir, cuando menos, que sin los éxitos del militar malagueño, los rebeldes americanos lo habrían tenido sumamente complicado para desembarazarse de los ingleses y alcanzar la independencia.
Como no podía ser de otra manera, el folleto destaca el doble hallazgo de sendos documentos, el primero en el Archivo de Indias y el segundo en los Archivos Nacionales de Estados Unidos, en los que Oliver Pollock escribe en primer lugar en 1779 al malagueño para pedirle permiso para hacerle un retrato y enviarlo al Congreso americano, donde quedaría colgado por su aportación a la victoria de los rebeldes. En el segundo documento, de1783, el Congreso aprueba la petición de Pollock.
El folleto está acompañado por mapas, retratos, escudos y una fotografía de Teresa Valcarce –la persona que gestiona en Washington el que el retrato pueda por fin exhibirse en el Congreso– con el senador Robert Menéndez, líder de la minoría hispana.
Por este motivo, la publicación concluye así: «Colgar el retrato de Bernardo de Gálvez en el Capitolio supondrá cumplir 223 años después la voluntad de los Padres Fundadores y también tributar un singular homenaje a un Héroe compartido entre España y los Estados Unidos». Pues ya queda menos. Lastima que personas como Gálvez no se prodiguen tanto en las altas esferas.