En Fuente Olletas continúa en un estado lamentable un parque sin nombre que esconde en su seno un puente del XVIII de 15 metros de altura
Por fortuna para un servidor, la única droga a la que es adicto el autor de estas líneas es a un refresco popularmente conocido y en su versión light. Adictos de todos los tiempos a mejunjes menos livianos, desde la absenta a los diferentes polvos blancos que destrozan el organismo, hacen referencia a un amplio catálogo de alucinaciones por tomar lo que no debían.
La pregunta del millón, no obstante, es si estas experiencias alucinógenas se pueden adquirir sin necesidad de meterse nada entre pecho y espalda (o extremidades superiores). La respuesta, al menos en Málaga, es que sí.
Para tal fin, lo único que deben hacer es dirigirse a la zona de Fuente Olletas y una vez dejado atrás el Cementerio de San Miguel, con las cúpulas bajo las que las grandes fortunas del XIX pasaron a mejor vida, encarar la pronunciada cuesta dedicada al Obispo Salvador de los Reyes, a continuación de la calle Marmolista.
La alucinación llegará a continuación sin que nuestro organismo sufra ni padezca, porque aunque nos dirigiremos al supuesto parque que hay junto a los bloques de Fuente Olletas, en realidad el visitante tendrá la impresión nítida de estar pateando un paisaje en ruinas de Afganistán, Sudán del Sur o cualquier otro país con un problema de los gordos.
Más que zona verde, es un descampado con cagarrutas y un par de restos ruinosos, tachonados con hierbas de gran altura. Estos restos históricos son los del acueducto de San Telmo y dos viejos molinos –uno de ellos de mármol– de los que apenan quedan el arranque de los muros principales, los canales para el agua y la señal de las compuertas con la que se regulaba.
En enero de este año, el autor de estas líneas acompañó en una ruta por los restos del acueducto de San Telmo a Enrique Aguilar y su hijo Javier, los últimos guardas de esta gran obra del XVIII. En realidad, por parte de este parque alucinógeno cuajado de ruinas y cagajones transita, aunque sea con sólo la parte superior asomando, el puente del acueducto, conocido como el puente de Fuente Olletas que, antes de las obras de remodelación de la zona, tenía 15 metros de altura.
Nada de esto se conoce porque la zona verde no tiene ni nombre ni placas informativas pese al importante trozo de la historia de Málaga que esconde. Lo único que se encuentra en un estado aceptable, separado por la carretera, es la antigua alcubilla, felizmente repintada de blanco por el Ayuntamiento, después de que acabara cubierta de pintadas.
Este alucinógeno rincón de la ciudad, que tanto recuerda a Sudán del Sur o a Belchite, bien podría adecentarse con sólo un poco de más interés por parte del Ayuntamiento. Para empezar poniéndole un nombre. Enrique y Javier Aguilar ya propusieron en su día que se llamara Parque de los guardas del acueducto, en recuerdo de todos los malagueños que han cuidado de este monumento los últimos tres siglos. Pues de momento ni caso. Alucina, vecina.