Para la mayoría de los malagueños, el Parque del Agua es tan desconocido como la provincia de Teruel. Como es lógico, sólo los vecinos que viven más cerca disfrutan de este parque, que se encuentra casi parapetado junto a las preciosas oficinas de Emasa y linda ya con el Camino del Colmenar.
Y así, como premonición de los Montes de Málaga que surgirán a la vuelta de la esquina (cada vez de más esquinas, a medida que aumenta la urbanización de la zona), el parque es pura cuesta, por eso la joya de la corona de esta zona verde es una escalinata, que nada tiene que envidiar a la de Odessa, inmortalizada en la película El acorazado Potemkin. Prueben a dejar caer por ella una carrito de bebé (vacío, ojo) y verán.
Pero hay más sorpresas en este rincón de 8.000 metros cuadrados: restos de las jambas y el dintel del palacio de los Larios, desperdigados por el parque como si se tratara de restos del foro de Roma. Si usted tiene paciencia y fuerza hercúlea, desista de reconstruir la portada de los Larios, cuya mansión fue derruida para levantar el mediocre pero popular edificio de La Equitativa. Aunque practique con bloques auténticos ese juego de ordenador tan en boga, Minecraft, descubrirá que le faltan muchas piezas: el resto se encuentran adornando la fuente de la plaza de las Flores.
Por lo demás, el parque, sobre todo cuando el sol abandona sus dominios, es muy frecuentado por los niños, que mantienen funcionando a toda máquina el parque infantil. Muy cerca, un largo paseo de brachichiton aunque también abundan los pinos y las yucas.
El paseante puede escoger la cuesta de brachichiton, que asciende hasta el segundo nivel o subir la escalinata como lo haría Rocky en sus buenos tiempos. En lo alto le espera una vista espléndida de Málaga, con el Seminario a la espalda y a la izquierda, Olletas y la Victoria, con la Catedral y el mar al fondo, sin olvidar las instalaciones de Emasa.
En este segundo nivel hay una gran explanada con setas gigantes que en realidad son canastas de baloncesto, un campo de ídem y de fondo, pinos de gran tamaño. El pasado lunes por la tarde, quizás animados por el reciente campeonato mundial de la deportista onubense Carolina Marín, un padre y una hija jugaban en esa pista de baloncesto al bádminton, eso sí, sin red que valga, como los más avezados trapecistas.
El conocido como Parque del Agua tiene un pero: tres estructuras metálicas vacías se alzan de forma misteriosa en sus dominios. Tienen toda la pinta de haber albergado carteles informativos municipales pero ahí están, sin nada que mostrar. Pese a esta falta de datos municipales, este discreto parque merece una visita, y no solo para admirar las ruinas romanas de los Larios.
Museo Ruso
Está por ver si su próximo emplazamiento en la antigua Tabacalera provocará largas colas o largas ausencias de visitantes. Suerte.