De qué manera dejar limpio un punto limpio

15 Sep

Hace dos semanas, unos espabilados montaron guardia durante horas junto al punto limpio móvil del Ayuntamiento para agenciarse casi todo el contenido

Una golondrina no hace verano, pero describir el pájaro puede ayudar a quien corresponda. Tras esta intrincada frase, propia de un enigma lanzado a Sherlock Holmes, se esconde una preocupante anécdota sobre el punto limpio errabundo.

Como muchos sabrán, se trata de ese contenedor metálico con aspecto de caja gigante de zapatos, aunque también recuerda al Carromato de Max, que cada día de la semana se traslada a un rincón de Málaga para que los vecinos depositen allí todos los trastos que, siempre en teoría, no deberían acabar en el cubo de la basura, a saber: bombillas, radiografías, pequeños electrodomésticos, cedés, móviles, pilas o cartuchos de impresora, entre otros muchos desechos.

La idea, puesta en marcha en 2011 por el Ayuntamiento de Málaga, era magnífica: convertir el punto limpio en el Holandés Errante, para que en la Cruz del Humilladero, el Puerto de la Torre, la Carretera de Cádiz, El Palo o Miraflores de lso Ángeles, no se dijera que las planchas sin uso, las lámparas descuajaringadas o los teléfonos con las neuronas de la inteligencia fundidas, campaban a sus anchas por aceras y vertederos.

Ahora viene la anécdota preocupante, porque aquí el firmante, tras un año recopilando con paciencia franciscana todo cacharro inservible, ya tuviera cables, filamentos o circuitos, fue a depositar hace unas dos semanas la bolsa, de un tamaño considerable, al punto limpio móvil, que en ese momento permanecía inalterable en la calle Escultor Marín Higuero, en Echeverría del Palo.

En el interior del carromato esperaban pacientes dos individuos, que hacían las veces de orientadores de todo el que entraba, para indicarles en qué cubículo de los laterales debían dejar los desperdicios tecnológicos. Aunque a veces ni eso. Es más, uno de ellos se ofreció a tirar un puñado de cedés de un servidor, pero en lugar de depositarlos en su sitio, se dio la vuelta y con poco disimulo se los metió en el bolsillo del pantalón. «Démelos por favor», pidió entonces el firmante. Devueltos a regañadientes, y depositados en su sitio, llegó el momento de soltar en el lugar correspondiente teléfonos viejos, radios inservibles y marañas de cables, además de bombillas.

Fue darse uno la vuelta y el otro individuo comenzó a recolectar lo que un servidor acababa de soltar. «¿Qué hace usted?», le preguntó el firmante. «Nada, aprovechar esta radio inservible», respondió mientras mostraba un esqueleto de radio (el resto del mejunje tecnológico había vuelto a dejarlo en su sitio).

Al cabo de media hora, por curiosidad, el autor de estas lineas volvió a pasarse por el punto limpio y constató que, efectivamente, estaba limpio: salvo las bombillas y radiografías, había sido retirado todo lo allí depositado. A la tarde, uno de estos dos sujetos seguía apostado junto al carromato medioambiental. ¿Es este un caso aislado o el punto limpio errante surte de material todos los días a un grupo de espabilados? La golondrina del verano.

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