El magnífico ficus que escolta la Casita del Jardinero, en el Parque, fue ayer podado para evitar que las ramas de este portento se lleven de recuerdo tejas del Rectorado
Hace unas semanas hablamos del charquito milenario que, agazapado entre una de las pocas cabinas telefónicas que restan en Málaga y el edificio del Rectorado, sorprende a todo tipo de calzados y a sus ocupantes.
Cierto es que en agosto, el charquito ha dado una tregua pero ayer, 11 de septiembre, y con unos calores que derretirían un poblado esquimal, la pequeña extensión de agua, que brota probablemente de las bajuras freáticas, seguía retando a los milenios.
En este entorno felizmente peatonalizado, la cuesta que recuerda a Juan Luis Peralta, se encuentra la casita del jardinero, hogar durante décadas del jardinero mayor del Parque y su familia. Fue realizado en 1912 por el coautor del Ayuntamiento de Málaga, el arquitecto Manuel Rivera Vera, que también realizó el teatro cine Echegaray. Por su semejanza con el edificio que tiene detrás, la casita del jardinero fue pronto conocida como «el aborto de la Aduana».
Pero sin duda, la casita llama la atención también por el suntuoso acompañamiento botánico de esta parcelita triangular, en la que se alza un palo borracho cuya copa florecida compite con la Aduana y sobre todo, con la presencia de un enorme ficus de raíces aéreas que parece un conjunto de estalactitas de la Cueva de Nerja devuelto a la vida.
El ficus es un grupo de cascadas vegetales, una de las cuales ha saltado el murete y la verja de la casita del Jardinero para caer en la acera. Si superpusiéramos la Málaga de 2014 a la de 1896, cuando comenzaron las obras del Parque, veríamos que esta preciosa obra de la Naturaleza, plantada probablemente a partir de 1906, se emplaza justo donde se encontraba el llamado Camino del Muelle, asomado pues al viejo puerto.
Ayer por la mañana, un grupo de trabajadores podaba el ficus, en concreto sus ramas más próximas al Rectorado, para evitar que el árbol se lleve como souvenir algunas tejas del edificio rehabilitado hace pocos años.
El árbol, que cubre con su agradecida sombra esta calle monumental, seguirá pues en buena forma, aunque hay serias dudas de que en los próximos siglos pueda superar en salud al vecino charquito milenario. Con ese no hay quien pueda.
Felicidad completa
Antes de que ayer dieran las 10 de la mañana, un jubilado regresaba feliz de un chapuzón en la playa de San Andrés, barriga (prominente) al aire.
Ataviado por tanto únicamente con el bañador, las chanclas y toalla al hombro, el bañista retaba al mundo y al tráfico rodado mientras paseaba por el centro de la calzada del Carril de la Chupa, todavía con el agua chorreando por la curva de la felicidad. Felicidad completa. Felicidades.
Al tajo
Finalizadas las vacaciones de un servidor, este se pone a su disposición para seguir pateando Málaga. Y parte del extranjero. Muchas gracias por estar ahí.