Como las estrellas del Paseo de las Estrellas del Deporte, las recientes placas que recuerdan a vecinos insignes de la plaza de la Merced ya están para el arrastre.
Si algo nos enseña la experiencia es que una gran superficie acristalada da demasiado calor en verano y no el suficiente en invierno. La proliferación en los últimos años de enormes edificios acristalados en una ciudad como Málaga es, sin duda, un absurdo brindis al sol y al derroche energético.
La experiencia también nos enseña que la moda de colocar en el suelo placas conmemorativas de metacrilato o cualquier otra superficie acristalada a prueba de vándalos, termina por borrar antes de tiempo cualquier hecho o personaje cuyo legado se quiera preservar en ellas.
Ese es al menos el resultado práctico en nuestra ciudad y de momento nos está costando sus buenos puñados de euros.
En noviembre del año pasado, esta sección se detuvo –aunque por poco tiempo, porque había ya poco muy que leer– en el Paseo de las Estrellas del Deporte de Málaga, iniciado en 2006 muy cerca del Palacio de los Deportes Martín Carpena. La mayoría de las estrellas inmortales, además de descoloridas, estaban estrelladas, pues lucían el impacto, intencionado o no, de golpes, ñoscos o ambas cosas, así que en muchos casos es muy complicado leer el hombre del personaje o equipo homenajeado.
Sin embargo, el deterioro en las placas del lateral de la plaza de la Merced que da al adefesio de los cines Victoria y Astoria ha sido todavía más rápido.
Las últimas obras de remodelación de la plaza, que concluyeron en el octubre picassiano de 2011, nos trajeron entre otras novedades la colocación de plaquitas recordatorias de varios vecinos ilustres que nacieron o vivieron en la plaza de la Merced. «…de esta plaza fueron vecinos», reza una de ellas.
De color inicialmente rojo, la mayoría tiene los bordes comidos y empiezan a ser ilegibles. Comida por los bordes está la placa que recuerda al gran arquitecto y urbanista Daniel Rubio; en idéntico estado de revista se encuentra la del escultor del XVIII Fernando Ortíz y hay que estar muy habituado a la visión microscópica para detectar siquiera el nombre del pintor Enrique Brickmann.
Y cosa curiosa, la placa de Pablo Ruiz Picasso es la que mejor resiste el (corto) paso del tiempo, mientras que la de su padre, José Ruiz Blasco, está para el arrastre. En idénticas circunstancias luce la que recuerda al poeta y bohemio Pedro Luis de Gálvez, mientras que la del periodista Juan José Relosillas empieza a clarear. Hay otra placa, pero su ocupante ha desaparecido y aparece cuarteada. Es el vecino desconocido de la plaza de la Merced quien, pese a su anonimato, parece lanzarnos un sabio consejo: «Nada de placas conmemorativas de metacrilato o similares en los suelos de Málaga». Acaban por los suelos.
Pintada pro Grapo
En el túnel de la Alcazaba persiste desde hace semanas una pintada de gran tamaño que jalea a los terroristas del Grapo. No estaría mal que pasara al olvido con una buena capa municipal de pintura.
Muy bonito Alfonso. Creo que en el proyecto inicial se iban a hacer de metal pero para qué iban a gastarse más dinero.
Una pregunta: ¿Quién es el vecino anónimo? ¿Es mi bisabuelo?