Entre las calles Budapest y Praga, como quien dice en el corazón de Europa pero en Campanillas, se encuentra el prometedor parque de Hacienda Segovia
Desde que el indescriptible líder Nicolás Maduro escucha lo que le dicen los pajaritos, las comunicaciones internacionales han dado un salto de gigante.
En todo caso, con mucha más discreción que el augur bolivariano, en Campanillas es posible pasar de Budapest a Praga y de la capital checa a Bratislava en lo que se dobla una esquina o Maradona suelta una imprudencia. Los caprichos del callejero han dedicado esta nueva zona de Campanillas, la Hacienda Segovia, a varias capitales europeas, incluidas Estocolmo, Moscú y Helsinki, que en este rincón de Málaga reciben veinte veces más horas de sol que las auténticas.
Porque, pese a que estas calles nos evocan palacios barrocos, callejuelas medievales, grandes templos y un viento cortante, lo cierto es que todas ellas rodean el Parque de la Hacienda Segovia, que tiene bastante más de mediterráneo-tropical que de centroeuropeo.
De vivir Mozart en estos lares luminosos, donde abundan jacarandas, palmeras, algarrobos y tipuanas, el genio habría aparcado el Réquiem y compuesto La chica de Ipanema.
La fastuosidad del parque la da todo el conjunto, pero tiene mucho que ver una suave loma que da a la calle Sarajevo, presidida por un estanque con un soberbio chorrito. Arropado en la loma se encuentra un escenario para actividades varias, que anoche inauguró la programación municipal de noches veraniegas de Campanillas con un espectáculo de danza.
En la segunda parte del parque hay pérgolas en las que empiezan a asomar las parras; setos y diseños de jardín francés; rosaledas que resplandecen en abril y prometedoras hileras de falsos pimenteros que repartirán, en próximos años, su botín de sombra, sin olvidar algunos naranjos y granados.
A cargo de toda esta enorme zona verde, dependiente de la entidad de conservación de la Hacienda Segovia, está Emilio Martín, de la empresa Emasol, que le pone bastantes ganas para mantenerla en el mejor estado posible, pese a las temperaturas. El autor de estas líneas volverá en la primavera para ver esas rosas y a todo el jardín, en su mejor momento. Felicidades.
Las tres fases
Hay faenas y faenas. Pero entre las que entran en la categoría de faena de campeonato, destaca la ejecutada en la antigua Estación de tren de Campanillas a don José, el jefe de estación hace algunas décadas.
Al parecer un bromista de los alrededores sustituyó la cuerda de la campana, con la que don José anunciaba de la llegada y partida de los trenes, por una serpiente o bicha que había pasado a mejor vida y que de aquella manera ató al instrumento.
Cuando don José, atento a sus menesteres, puso en funcionamiento la campana, nadie recuerda qué fue primero, si el escalofrío, el respingo o el grito. Quizás las tres fases se superpusieron.