El barrio obrero de la Colonia de Santa Inés ha tenido mejor suerte que el del Paseo de los Tilos. La espectacular torre circular ya merece una visita
Más de una vez hemos lamentado en estas líneas la demolición del barrio obrero del Paseo de los Tilos, el precioso conjunto de casas construido hacia 1875 para albergar a los trabajadores de la fábrica de gas, que ya funcionaba dos décadas atras.
El derribo tuvo lugar hace pocos años, en unos tiempos auténticamente cerriles y bravíos en los que la Gerencia de Urbanismo era una máquina de hacer dinero y el catálogo de edificios protegidos del PGOU, una (escuálida) broma de mal gusto.
Lo más parecido que nos queda son las casas de la Colonia de Santa Inés, un conjunto arquitectónico que esta vez sí ha merecido el interés de nuestros urbanitas. En el barrio se entremezclan viviendas tan antiguas como las demolidas del Paseo de los Tilos, con otras levantadas en los años 30 del siglo pasado por Modesto Escobar, el conocido propietario de la fábrica bajo cuyo mandato se levantó, en 1928, la famosa portada de la calle Manuel Rivadeneyra. Por cierto que el otro lado de la portada de la antigua fábrica da a la plaza dedicada a Juan Manuel Bautista Ávila. Hace unos años, La Opinión rescató la vida de este hombre, un joven comandante de la República que evitó que fueran fusilados una veintena de vecinos de la Colonia durante la Guerra Civil.
Los vecinos siguen manteniendo las casas de forma exquisita. Muchos de ellos lucen además unos pequeños y artísticas pérgolas metálicas, todos idénticas para no romper la armonía. De algunos de ellas cuelgan auténticas parras, orgullo de los vecinos así como tiestos. La mencionada calle, la principal de la Colonia, con la presencia de la preciosa bibioteca pública Miguel de Cervantes y estos porches se convierte para el paseante en un auténtico viaje en el tiempo, algo que ocurría en un rincón del Paseo de los Tilos hasta la llegada de las huestes urbanísticas de Atila.
Si el paseante se fija bien, descubrirá además una construcción que parece salida de Juego de Tronos o del primer capítulo de Ulises, una preciosa torre circular de ladrillo, con desaguaderos de cerámica en forma de sapos gigantes. Puede verse estupendamente desde la calle Alcalde Gutiérrez Bueno.
Una veterana vecina nos informa de que no se trata de ningún depósito de agua sino del antiguo (y artístico almacén para los aperos de la fábrica).
Y pasada la suntuosa puerta de cerámica, todavía con los remates intactos, la chimenea de la fábrica de ladrillos descansa intacta en la calle Juana de Castro.
Tiene la Colonia, con todos estos elementos y la laguna cercana, todos lo ingredientes para incluirla en una ruta de la Málaga industrial. Este barrio es un tesoro felizmente salvado a tiempo.
Al unísono
La victoria in extremis de Argentina ante Suiza en el Mundial de Brasil que profusamenta jaleada en el Centro por una marea de seguidores.
Si la artística portada de la fábrica se mantiene en pie, es gracias a la lucha de los vecinos de La Colonia. Recuerdo que hace años, cuando la especulación urbanística campaba a sus anchas y quisieron echar abajo la portada, los vecinos de la colonia lo impidieron. Aun tengo la imagen grabada de varias señoras de edad avanzada, sentadas en medio de la carretera manifestándose por conservar sus raíces.
Lo mismo pasa con la laguna, que quisieron rellenarla para construir bloques de viviendas.
Los colonos de Santa Inés son una raza irreductible y brava digna de tener como ejemplo.