El parque que renació de matojos kilométricos

2 Jul

El Parque de Santa Ana, junto a la Finca La Palma, era en 2006 lo más parecido a un escenario del Libro de la Selva. Hoy da gusto pasear y salir indemne del garbeo

Al renacido Parque de Santa Ana se puede llegar de muchas formas. Los vecinos de la Finca La Palma lo suelen hacer subiendo esa trabajosa cuesta con ficus que es la avenida principal del barrio, dedicada a la bailaora malagueña del XIX Pepita Durán. Pero por líneas generales, el grueso de la población se topa con este parque cuando recorre esa calle más larga que un día sin pan que es Navarro Ledesma, en recuerdo del primer maestro y guía de don José Ortega y Gasset.

El Parque de Santa Ana era hace unos años un territorio solo apto para Frank de la Jungla. Si ustedes se hubieran dado una vuelta por este parque en estado semisalvaje allá por 2006, más de uno lo hubiera propuesto como rodaje de El libro de la Selva.

De zona verde sólo tenía la calificación urbanística, porque lucía bancos destrozados y matas de cardos que no se los saltaba ni la pertiguista Isinbayeva (así que de galgos ni hablamos). Rica en matojos y bichos infectos, los vecinos lograron que el Ayuntamiento se gastara un buen perraje y hoy es uno de los parques más decentes de la ciudad.

En líneas generales es un cerro que desciende hasta la nueva avenida de Diego Fernández Mendoza. Quizás lo mejor que tiene es una hilera de pinos de un tamaño considerable y que en estos inicios de julio regala una sombra maravillosa. Ayer mismo, parapetados bajo los pinos había jubilados y niños tratando de emular a Messi o a Ronaldo (mientras no emulen a Luis Suárez todo irá bien).

Lo único inquietante es que un parque tan bonito y bien cuidado acoja en su seno un par de torres de alta tensión. Pero las torres son sin duda un problema de toda la zona. Pese a crecer de forma ordenada –sin los atropellos urbanísticos de la Carretera de Cádiz o la Cruz del Humilladero– parece como si, a modo de penitencia, los responsables políticos no hubieran podido ni sabido planificar el soterramiento de estos cachivaches, con el mismo atractivo de un kilo de lechugas chonías.

Prunus, plátanos orientales, eucaliptos, su ración de  ficus… también cuenta este parque de Santa Ana con una artística pérgola de madera, para la que se han utilizado como soportes antiguas farolas, tapas de registro incluidas, que sin embargo sostienen una especie de monumento existencialista que da la espaldas a la vida. De hecho, nunca encontrarán a nadie debajo. Porque, cuando se superan los 30 grados, no me digan que no quedaría bien esta pérgola con cualquier tipo de enredadera surtidora de sombra.

En todo caso, quédense con la copla: el Parque de Santa Ana, pequeño, sombreado, bonito y la exselva que inspiró a Rudyard Kipling, merece un paseo.

Camuflaje eléctrico

En la calle que homenajea a Juan Benet, en la Colonia de Santa Inés, subsiste una caseta de la luz oculta por las pintadas y carteles más dispares. Lo único identificable es la forma geométrica del portento.

2 respuestas a «El parque que renació de matojos kilométricos»

  1. ES UNA PENA QUE NUNCA CITEN EDL LUGAR DONDE SE UBICAN MUCHAS DE LAS COSAS DE LAS QUE HABLAN EN lA oPINIÓN. lA MAYOR PARTE DE LOS MALAGUEÑOS NO SABEMOS DÓNDE ESTÁ LA FINCA DE lA PALMA (CREÍ QUE ERA PALMA-pALMILLA) ni, por supuesto, el Parque Santa Ana, que en el mapa google me dice que está en Antequera.

    • Hola Johnfer, en el texto indico el lugar del parque: se llega por la avenida Pepita Durán y también da a la calle Navarro Ledesma. Saludos cordiales. Alfonso Vázquez

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