Un zigurat para hacer prácticas sumerias

26 Jun

Entre las profesiones más exóticas, la de sumeriólogo se lleva la palma. En el Parque del Oeste se encuentra el único zigurat de Málaga. Crea afición

Nada menos que a Lagartijo, a Belmonte, a Rafael Guerra Guerrita y a Rafael Gómez El Gallo se les atribuye la frase «hay gente pa tó», cuando supo que don José Ortega y Gasset tenía como profesión pensar.

Parece que El Gallo es el que tiene más visos de haber realizado esta réplica. Lo que no sabemos es qué habría dicho el diestro madrileño –también apodado El divino calvo– si hubiera conocido la profesión de sumeriólogo.

Y sumeriólogos haberlos haylos. No sólo nos quedan los restos arqueológicos de Sumeria en los museos sino también sus sesudos libros, en los que se desmenuza este primer ensayo serio de civilización en la que, por cierto, los viejos de Sumeria ya se quejaban del jaleo que formaban los jóvenes por las noches y la falta de respeto que mostraban a los más talluditos. ¿Les suena?

Por otro lado, para ser sumeriólogo, además de mostrar querencia por el actual sur de Irak, en lugar de por rincones más plácidos del planeta, es imprescindible no sentirse abrumado por el cerro de tablillas de barro con escritura cuneiforme que hay que traducir. La inmensa mayoría, aburridísimas transacciones comerciales, cuentas interminables de entrada y salida de sacos de trigo en los templos.

Los niños malagueños que, pese a todo, quieran ser sumeriólogos, pueden hacer sus primeros pinitos en el zigurat del Parque del Oeste. Los sumerios pusieron de moda estas alturas enladrilladas en las que, pensaban, moraban los dioses. El del Parque del Oeste quiere homenajear estas construcciones mesopotámicas, sólo que en lugar de una morada divina, el visitante se topa en todo lo alto, tras dejar en la subida una escultural bandada de pájaros prehistóricos, con una artística pajarera que en realidad es un cenador de Indonesia, adaptado para el parque.

En el interior, pericos, periquitos, diamantes mandarines y tortolitas diamantes, todos ellos pájaros del continente australiano, como informan los carteles.

Pero además de con la subida, el futuro sumeriólogo disfrutará al tratar de descifrar las minúsculas pintadas que jalonan uno de los laterales. Los autores escriben y replican otras pintadas y así, tenemos lamentables diálogos de amor posesivo como el que sigue:

-«Lo que es mío, mío es y lo que no, lo erá».

-»Nove q lástima ;)»

En otro rincón de la pared, Felipe y Anastasia se han jurado amor eterno (al menos ese era su propósito en abril de 2013) y al lado, una tal Pitu se limita a informar que es de Huelin.

En otro rincón, una semi ilegible pintada conmemora la visita al parque de María y Lola Piarda, autodenominadas «las más chulas».

Y en cuanto a las modulaciones de la pasión amorosa, hay para todos los gustos, desde el telenovelesco «te amo» al «eh! Bicho, te quiero» sin olvidar imprecaciones cazurronas como «tu p… madre». Lo dicho, para iniciarse en el mundo sumerio, el precioso zigurat del Parque del Oeste les aguarda lleno de sorpresas.


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