A quienes no pegaron ojo por la noche de San Juan aquí tienen unas razones antropológicas de peso para no tomárselo tan malamente
Puede que usted no durmiera anoche a pierna suelta. En ese caso es muy probable que pertenezca a uno de los dos bandos irredentos que cada año se dan cita en la Noche de San Juan: los que disfrutan de ella y los que no pueden dormir en toda la santa noche a causa de los que la disfrutan. Si queda enmarcado en este segundo grupo, lo más probable es que hoy tenga marcadas ojeras, un regusto amargo y en la cabeza, los aullidos tremebundos de los grupos de borrachuzos que volvían de la playa.
A este grupo de insomnes forzosos va dirigida la crónica de hoy, que bebe en las fuentes de un estupendo libro, La rebeldía festiva. Historias de las fiestas ibéricas, obra del profesor de la UMA Demetrio-Enrique Brisset Martín.
El profesor se ha pateado las fiestas españolas durante décadas y como no podía ser de otra manera, le dedica un extenso capítulo a la pasada noche, la de San Juan, una fiesta que también fue objeto de predilección del churrianero Julio Caro Baroja, quien resaltó que era la más popular de las fiestas en España.
Por cierto que habrá que recordar que la festividad celebra el nacimiento de San Juan Bautista y no está dedicada a San Juan Evangelista, como muchos creen, pues su fiesta se celebra el 27 de diciembre y pasa de una forma mucho más discreta. De hecho, todo este rito de la purificación y el agua está relacionado con el bautismo, aunque la fiesta sea muchísimo más antigua.
No descubrimos América al señalar que las fiestas católicas sustituyen a fiestas paganas con más años que una bandá de loros. En el siglo IV, por ejemplo, eran tantas las juergas que rodeaban la fiesta del Sol Invencible –el 25 de diciembre– que marcaba el inicio del ciclo de más luz solar– que la Iglesia decidió que ese día se celebrara la Navidad (del latín nativitas, nacimiento), para conmemorar la venida al mundo de Jesús.
El final del ciclo llega en la Noche de San Juan, la más larga del año, la de más luz solar, plagada de ritos antiquísimos como el fuego sagrado, las propiedades curativas de las aguas y un despendole que ha atravesado los siglos. Y qué decir de ese ritual de pasar el fuego. ¿Cuántas tribus del mundo antiguo hicieron lo mismo antes de que se inventara la sangría?
Y otra curiosidad que apunta el profesor Brisset: el ritual de recoger plantas en romería y colocarlas en la ventana, en un recipiente con agua para lavarse con ellas la mañana de San Juan ha popularizado el nombre de una de estas plantas, la verbena, que ya es sinónimo de fiesta nocturna.
Esta mañana, usted que no ha podido dormir por el griterío y quienes pronto dejarán de dormir la mona, pueden conformarse con haber formado parte, de manera voluntaria o no, de una fiesta milenaria que continúa hoy con nuevos guiños al sol: en este amanecer es tradición en muchos puntos de España ver la rueda de Santa Catalina: «la pelea del sol contra la luna en el amanecer ibérico». Quien no se consuela…