El mundo cambia, Málaga se transforma y echa abajo edificios del XIX pero lo que permanece es el charco en la esquina del edificio del Rectorado
Muy pronto contaremos entre nuestras filas con un impactante monumento al trapicheo urbanístico en Hoyo de Esparteros. La próxima demolición del edificio de Eduardo Strachan, construido en 1894 con la modesta intención de permanecer el máximo tiempo posible en la trama urbana de Málaga, nos demuestra que nada es eterno.
En esta ciudad, por cierto, la eternidad va de la mano de los intereses del momento, como lo demuestran barbaridades fallidas como la urbanización del cerro de la Alcazaba, previamente allanado o el mencionado hotelazo de Moneo.
Pero por muchos espectáculos incívicos –aunque edificantes– de los que seamos testigos, hay fenómenos inmutables que forman parte de la esencia de nuestro terruño.
Contemplen si no la zona de las antigua muralla fenicia que rodeaba la antigua urbe. Por aquí han pasado los fenicios, los romanos, los bizantinos, los visigodos, han picoteado los vikingos y luego los Reyes Católicos, esta vez para quedarse.
Por pasar, por aquí han pasado hasta los franceses, el cólera y la fiebre amarilla y en todos estos momentos de la Historia, si ustedes echan un vistazo a la esquina del actual edificio del Rectorado con la avenida de Cervantes, verán que subsiste un charquito tan siniestro como milenario que cada día salpica a una legión de malagueños y visitantes.
El charco es de colores cambiantes y recorre una amplísima gama de negros y marrones sin olvidar que tiene una buena base de cieno. Con un poco de más tamaño podría esconder durante siglos el monstruo de Lago Ness, pero su tamaño escueto lo empuja a ser un incordio perenne.
Quién sabe si este charco secular, que nace en una esquina del Rectorado y muere a la orilla de una cabina telefónica ni medio metro más tarde, no es un resto de ese mar del Mundo Antiguo, cuando la Malaka de los fenicios era una modesta peninsulita que arrancaba del Monte Gibralfaro y apenas daba para echar una carrera.
El caso es que la peatonalización de la calle, dedicada a Juan Luis Peralta, ha tenido lugar y el charco se comporta de una forma tan pertinaz como la sequía. No hay manera de que desaparezca ni cuando el terral acaricia nuestros rostros.
Un firmante ignora si el Ayuntamiento ha hecho algún tipo de estudio, pero bien podríamos llevarnos sorpresas con la aparición de bacterias antediluvianas.
Y ya resulta una estampa tan tradicional como el paso del río Quema, el salto que hay que pegar para rodear este minúscula extensión pantanosa. Ya puestos, a uno le da lástima de que algún día desaparezca. ¿Por qué no ponerle verjas de hierro forjado y patos, aunque sean de goma? En las manos de nuestro Consistorio está el que saquemos partido al charquito milenario o por contra, lo ignoremos, con las consecuencias que eso tiene: Llevar los pantalones y faldas a la tintorería.
Estimado Alfonso, en el más que posible catálogo del patrimonio de chapuzas malagueñas, podría incluirse el «guardia tumbao» al comienzo de la avenida Lope de Vega sentido Puerto de la Torre. Es un guardia que no pasó por oposición alguna, trámites urbanísticos ni pliego de condiciones previo. Data esta falla tectónica de los albores de la mismísaima ampliación de dicha avenida (reinando en Málaga doña Celia Villalobos), es decir, antes que abdicara en su sucesor, don Francisco de la torre.
El citado salto empezó siendo un pequeño fallo de unión entre capas de asfalto. Tras un tiempo de sufrir sus consecuencias, se procedió por parte del Ayuntamiento a reparar el citado «salto», con tan mala fortuna que lo convirtieron en un «sobresalto» que sufrimos los que por allí pasamos a diario.
Lo más curioso y digno de mención es que, como si de un hito se tratara, existe desde tiempos inmemoriales un trozo de piedra, adoquín o marmolillo que alguien puso sobre el bordillo del ajardinamiento central, pienso que como punto geodésico para localizar via GPS el ilustre monumento a la chapuza malagueña.
Lo dicho, en un futuro catálogo se podría nombrar como «El misterioso sobresalto de la Av. Lope de Vega».
Un saludo.