Un paseo por la Feria del Libro de Madrid es el marco incomparable apropiado para concluir que la globalización avanza imparable para bien o para mal
Hay mitos que, mantenidos en el tiempo, no dejan de ser mitos. Uno de ellos sostiene que el público de Madrid es más selecto que el de Málaga. Falso. En la Feria del Libro de Madrid, que se desarrolla estos días, las colas más kilométricas de lectores aguardan expectantes, haga viento o granice, a que les firme un libro esa revelación de las letras que es Mario Vaquerizo.
No esperen la rebelión de las masas para adquirir lo último de Fernado Savater o de Ana María Matute. Sin embargo, apártense ante la estampida de lectores cuando averigüen que en una caseta firma todo el jurado del programa Máster Chef.
Así que todo apunta a que el lector malagueño está alcanzado al madrileño. La cuestión es si este proceso se debe a una mejora del nivel malaguita de lectura… o a que en España nos estamos todos igualando por lo bajo.
Lo que está claro es que, como en todos lados, también en el mundo del libro de los madriles lo más popular es todo lo que tenga relación con la televisión. No se crean, ocurre lo mismo en política. Si Pablo Iglesias no hubiera ejercido de tertuliano televisivo en uno de esos programas de política en los que se cruzan los mismos improperios que en un programa del corazón, hoy no sería una sensación electoral.
Estas reflexiones vienen a cuento porque aquí el firmante se asomó por cosas de la vida a una caseta del Parque del Retiro el pasado fin de semana. Y además de firmar una milésima parte de lo que Mario Vaquerizo despachó en una hora, tuvo la oportunidad de conocer chascarrillos de la Villa y Corte que, de ser ciertos, confirman que se acercan tiempos oscuros, y no me refiero a la moda de las camisas y corbatas negras, puestas de moda por los representantes milenarios de ERC. Aquí va uno: un conocido diputado, antiguo jefe de filas de un partido de ámbito nacional, compró hace unos días dos interesantes obras de ensayo. Cuando iba a pagar confesó que no eran para él, sino para el bedel del Congreso, «que allí es el que más lee».
Por otro lado, tampoco es cierto que los viajeros madrileños del AVE lean más que los malagueños. La inmensa mayoría de ambos bandos se dedica a mandar whatsapp durante el trayecto. Y en cuanto a que Madrid atraiga a escritores más interesantes, pues sí, pero aquí no nos quedamos tan lejos. O por lo menos, atención al detalle: el último día de un servidor en Madrid, pululea junto al Retiro un señor mayor, encorbatado y con cara de desesperación porque no encuentra taxi. Es el Premio Nacional de las Letras Luis Goitisolo. De acuerdo.
Y será casualidad, pero al llegar a Málaga, justo a la entrada de la estación de tren dejaba sus maletas el escritor y columnista Manuel Vicens, que tampoco es manco.
Como ven, de esta fugaz visita a la capital se puede sacar una fugaz conclusión digna de Vaquerizo pero sobre todo de Máster Chef: en todas partes cuecen habas.