Como en El retrato de Dorian Gray, la vieja sede de Costas cedida a la Junta muestra los achaques de su fachada a causa de la pérfida nueva Ley de Costas
Hay cesiones administrativas que en realidad escenifican la entrega de un regalo envenenado o cuando menos, en condiciones muy mejorables. Algo así ha ocurrido con el edificio que durante veinte años albergó la Demarcación de Costas de Andalucía Mediterráneo, en el número 12 del paseo de la Farola.
Los de Costas se han mudado un poco más arriba, al número 7, al edificio de la antigua Jefatura de Obras Públicas que está en bastante mejor estado, obra del gran arquitecto José Joaquín González Edo.
El número 12, por contra, tiene el mismo aspecto que la Casa Usher, protagonista de un cuento de Edgar Allan Poe y para los que no recuerden ese cuento, también puede servir de ejemplo la casa de Norman Bates, el simpático protagonista de Psicosis.
Será la proximidad del mar o la falta de dinero para hacer reparaciones de urgencia, pero esta sede vacía, tras la mudanza de hace algunos meses, ofrece un aspecto tristísimo. Y uno se acuerda del Retrato de Dorian Grey, que iba acumulando el paso de los años y sus muchos pecados en el lienzo, mientras el señor Gray de carne y hueso permanecía fresco como una lechuga.
Con la antigua sede de la Demarcación de Costas puede que haya ocurrido algo parecido y aunque la institución dé la impresión de ser la misma de siempre, la antigua sede institucional se ha convertido en una caricatura ajada y desconchada como consecuencia de la depravada nueva Ley de Costas, que como muchos saben, ni un grupo de turistas ingleses hartos de cerveza la habría planificado mejor.
Porque esta ley, digna de un monólogo de humor, lleva por cínico nombre el de Protección y uso sostenible del Litoral cuando permitirá más chiringuitos y el doble de grandes, se desprotegen las dunas sin movimiento e incluso da el visto bueno a recortar el dominio público teniendo en cuenta el avance del mar en el próximo medio siglo. Medidas que indignarían a Alfonso X el Sabio, promotor de las Siete Partidas y con las que disfrutaremos como quien dice hoy mismo (lo de los chiringuitos ciclópeos de La Malagueta sólo ha sido un aperitivo).
Ahora se entienden esas manchas de humedad, esos desprendimientos de la fachada y la colocación de vallas protectoras para que los peatones no se desnuquen.
Cedida a la Junta de Andalucía, la antigua demarcación de Costas se convertirá en sede administrativa cuando toque. Confiemos en que antes no se transforme en un edificio zombi como otro regalo institucional: el edificio de Correos.
Situado en una zona recuperada y revitalizada como el Paseo de la Farola, no nos merecemos asistir a su decrepitud. Recordemos que Dorian Gray la espichó al apuñalar su ajado retrato. La solución ideal pasaría por dar la espalda a esta ley insensata, lo que posiblemente supondría la milagrosa recuperación del edificio. Pero como no caerá esa breva, habrá que rehabilitarla por los métodos tradicionales.
Primero, una bici puede ir perfectamente por la calzada, cumpliendo las normas de circulación como el resto de vehículos lo hacen (o no, que hay de todo y no sólo los ciclistas incumplen).
Segundo, me alegro que se haga esa obra para ayudar a los ciclistas que, como un servidor, no se atreven con la calzada.
Y tercero, espero que hagan el carril bici como Dios manda. Es decir, con facilidad para cogerlo y para dejarlo, y no haciendo aparecer al ciclista sorpresivamente delante de los motorizados una vez que se acabe. Es que si no, deja de ser útil, como buena parte de la red de carriles bici de la ciudad.
En el segundo punto quise decir «al contrario de un servidor», ya que siempre voy por la calzada.