Algunos proyectos urbanísticos anunciados a bombo y platillo el siglo pasado se quedaron en agua de borrajas o se ejecutaron a medias. Aquí van algunos
Un amable lector ha tenido el detalle de proporcionar al firmante reportajes de la Málaga del futuro publicados en los años 20 del siglo pasado.
Todos los proyectos que las autoridades malagueñas realizan y que se quedan en la cuneta conforman una suerte de ciudad invisible y bien podría incluirse esta en el famoso libro de Ítalo Calvino.
Entre estos proyectos ensoñadores hay uno que se llevó a cabo, aunque con importantes cambios. Es el caso del paseo marítimo, un sueño formulado desde finales del siglo XIX y que en 1910 se planteó de forma muy seria, hasta el punto de que hacia 1917, el conde del Guadalhorce y el conde de Mieres encargaron al ingeniero Manuel Giménez Lombardo un plano de ese futuro paseo que iría desde La Malagueta a Miraflores del Palo.
Finalmente el proyecto contemplaba un paseo marítimo más pequeño, con inicio a la altura del hotel Príncipe de Asturias, luego Miramar y terminación en los Baños del Carmen.
Lo curioso de esta idea es que proyectaba tres glorietas «que serán al propio tiempo embarcaderos». Se conservan dibujos muy interesantes de la propuesta, con una glorieta en mitad de La Caleta que se adentra en el mar gracias a un puente. Y escoltando el puente, dos grandes columnas rematadas por sendas esferas. Cuando se construyó el paseo marítimo las glorietas se quedaron en los planos.
Un proyecto que durmió el sueño de los justos se planteó a la hora de unir el Parque con la Alameda (entonces de Alfonso XIII). Para ello se debía eliminar una proa de edificios que surgía al comienzo de la calle Larios. Según una propuesta del famoso arquitecto Daniel Rubio –el autor del proyecto de ensanche de Málaga del 29– tras eliminar la proa quedaban dos esplendorosos solares, en los que ideó levantar sendos edificios de 12 y 14 plantas respectivamente.
Los dibujos nos muestran dos edificios de cierto aire neogótico que dejan los de la calle Larios a la altura de Pulgarcito. Con estos fastuosos bloques, decía la información, Málaga tendría «una verdadera Gran Vía con extensión de 1.200 metros» y delante una gran plaza presidida por el monumento a Cánovas.
Como saben, estos dos edificios nunca se levantaron y en su lugar se optó en los años 50 por los alturas más modestas: el edificio particular, el de Unicaja y el de la Diputación. En cuanto al monumento a Cánovas, hubo que esperar medio siglo, hasta 1975, para ver esa escultura, aunque en el Parque.
Proyectos que como el de la urbanización de la Alcazaba, la circunvalación decimonónica de Málaga, la transformación del cauce del Guadalmedina en un canal «al estilo veneciano» (de marzo de 1920) o la subsede del Museo del Prado se quedaron en sueños imposibles.
El tiempo dirá si los proyectos que en nuestros días se perfilan y aplauden para Málaga siguen adelante o se suman a este catálogo urbanístico de sueños. Por lógica o experiencia no todos alcanzarán la meta.