Los dueños de perros han encontrado un lugar perfecto para el desfogue de sus mascotas en los antiguos terrenos de Repsol, mientras amaina la crisis
Los antiguos solares de Repsol son lo que se dice un terrenito. Se fue al garete la promesa política de convertir la zona en lo más parecido a un Central Park de Málaga por esa querencia que nuestros políticos aborígenes tienen por el ladrillo. Si Adán hubiera sido un político malaguita habría convertido el Paraíso en una promoción de viviendas de alta gama.
Pero mientras llega la década en la que se levantan los cientos de pisos proyectados, el solar es lo más parecido a una terra incógnita en mitad de la Carretera de Cádiz. Aunque la incógnita se despeja para los dueños de perros, y sobre todo para estos últimos, que suelen corretean libres por los miles de metros cuadrados de cardos y maleza que da gusto. Con constancia y mientras la crisis se despeja, han convertido este trozo agreste de Málaga en el pipicán más grande de Europa.
Un servidor esperaba algún tipo de medida de seguridad en estos terrenos descontaminados pero al menos el viernes de la semana pasada, la verja que da a la avenida de Europa estaba abierta de par en par y sin ningún tipo de señal de prohibido el paso. Dentro, unos cuantos senderos abiertos por las máquinas y montañas de chinos. Los senderos, como en el cuento de Borges, se bifurcan e incluso trifurcan. Unos caminos llevan a Dos Hermanas, otros enfilan hacia la avenida de Juan XXIII y algunos parecen querer llegar cuanto antes al Polígono San Rafael.
No hay, eso sí, mucha variedad botánica en este páramo, pese a que está siendo profusamente abonado por las cacas caninas. Habrá que dar tiempo al tiempo después de tantos años almacenando esos depósitos tan deprimentes que, por lo que un servidor comprobó, encogían el corazón de los turistas camino de la Costa.
Eso sí, da unos cardos hermosos y enhiestos, con alma de cáctus del desierto mexicano, aunque de vez en cuando se pueden descubrir ramalazos de color rosa, esperanzadoras flores que nos hablan de lo que hubiera podido ser el gran parque de Málaga y no la pachanga inmobiliaria finalmente autorizada.
Lo innegable es que, pese a su pasada contaminación, la Naturaleza pugna por salir. En el lateral derecho de los terrenos, la avenida de Juan XXIII, hay un tramo de acera en el que los paseantes deben agachar la cabeza para no engullir un mimosa que cuelga de la valla en forma de gran cascada amarilla.
Además, un poco más adelante hay un momento en el que las fuerzas naturales se salen con la suya e invaden terreno ajeno como si fueran soldados de Putin, porque hay un terrizo boscoso fuera de la valla que tiene toda la pinta de ser tierra de nadie, auténtica continuación de los antiguos terrenos de Repsol. Al menos no parece incumbir al Ayuntamiento por las matas que acumula.
Y atravesando este pipicán de récord Guinness, una nueva calle todavía no abierta al público que une la mencionada avenida con Dos Hermanas. La civilización irrumpe en este paraje insólito. Y atiborrado de perros. Los más contentos con el aplazamiento de la operación urbanística.
Con tan pocas zonas verdes no es de extrañar que ocupemos el puesto tercero de las ciudades con el aire mas contaminado de España.