Una equipamiento que reta al paso de los siglos

17 May

Ahora que se habla de una futura transformación de la Alameda Principal no se descarta que la cochambrosa cabina de fotos sea lo único que permanezca

Ya hemos visto que incluso los ficus centenarios de la Alameda, en su día un pasillo de tierra con álamos, duran en términos geológicos un suspiro. Nada es eterno, y hemos comprobado que algunas columnas de eso que los comentaristas de Semana Santa han bautizado como la bóveda arbórea, también tienen fecha de caducidad.

Pero ustedes permitan que, sin salir de la Alameda Principal, el firmante ponga este principio en duda. Los ficus se pueden secar, el cañón del Colorado desgastarse y terminar con el tamaño de un canal de riego, pero lo que de verdad reta al paso tiempo, un objeto que Saturno no será capaz de zamparse, es la cabina de fotos de la acera central de la Alameda.

¿Quién es el propietario de esta joya que está a punto de ingresar en la categoría de Patrimonio Industrial de Málaga?,¿hay referencias documentales de su instalación o su misteriosa llegada forma parte del patrimonio oral de los malagueños?

Aseguran algunos expertos que en la famosa Ora Marítima de Avieno, el poeta latino escribe que «pasada la costa de los tartesios, si uno dirige sus pasos hacia Nuestro Mar y al puerto de Malaca, verá una caja mágica que te extrae el alma y refleja tu rostro en un cuadradito de papiro, previo pago de un denario».

Esa «caja mágica» sería la cabina de fotos y el precio de un denario, un abuso para la época, el siglo IV.

Claro que todo esto puede ser un cuento chino porque Marco Polo, en su Libro de las Maravillas, relata cómo el Kublai Kan, en la primera audiencia que tuvo con el mercader no pudo aguantarse y lo primero que le soltó fue: «¿Cómo sigue noble occidental la maquinita prodigiosa de Málaga?».

Luego está, por mucho que nos duela, el incidente de la visita real de 1862. Como todos saben, la predispuesta Isabel II pretendió hacerse una foto conjunta con su primo y marido, el esmirriado Francisco de Asís. La pareja se introdujo en la ya entonces cascada cabina de la Alameda y el consorte salió con dos costillas rotas y el rostro azufrado. Fue como una melé del trofeo de las Seis Naciones.

Todo esto nos lleva a concluir que la desvencijada cabina de fotos, pese a que se encuentra en un estado lamentable y nadie sabe por qué continúa en un sitio tan vistoso, nos sobrevivirá a todos. Que vayan temblando las pirámides de Egipto.

Fútbol y arte

El pasado jueves, hacia las 9 de la noche, serpenteaba por la calle Molina Lario un grupo de jóvenes malagueños en un alto grado de cocción (vamos, que iban cocidos). Uno de ellos, al descubrir entre los vapores del alcohol la Catedral, formuló esta observación de avezado experto: «¡Eso es una Catedral y no la de Sevilla, por mucho que gane la Champions Ligue!».

Si captan el mejunje histórico-artístico-futbolero lo mismo concluyen que los piques entre vecinos no dejan de ser un arranque infantil de envidia cochina.

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