Diez años después de que el Ayuntamiento pusiera rejas a los desagües de la muralla de la calle Guillén Sotelo, las palomas han regresado a gran parte de ellos.
Pese a que Berlusconi trate de combatirlo con tinturas y estiramientos, el tiempo pasa veloz para todos. Parece que fue ayer pero hace ya diez años que el Consistorio colocó en la calle Guillén Sotelo, conocida como la calle de atrás del Ayuntamiento, unas rejillas en los desagües del murallón.
La muralla, construida tras la Guerra Civil por presos políticos republicanos, se fue convirtiendo con el tiempo en un gigantesco y bullanguero palomar.
Cualquier persona que haya dado un paseo por la zona recordará las cabecitas de las palomas asomando por los desagües.
Y hablando de desagües, las palomas desaguan lo suyo. Se trata de una actividad muy beneficiosa para ellas con serias consecuencias para el sector textil y el del patrimonio. Aunque todo depende del color con que se mira. Por ejemplo, el progresivo desprendimiento de las redecitas en estos años seguro que producirá un pequeño repunte en las lavanderías de Málaga.
Si usted se da una vuelta por la zona, deberá mirar arriba y volverse tan precavido como hace una década, porque un número muy considerable de desagües vuelven a lucir libres como el viento y con inquilina dentro.
El callado regreso de las palomas pone otra vez en un aprieto a los turistas que pasean por ese desfiladero de cagajones en que se ha convertido la calle Guillén Sotelo. Cualquier descuido es letal para una camisa, una falda o un pantalón impoluto.
Si a este pequeño drama textil, turístico y humano añadimos que los desagües no cumplirán su cometido, obstruidos por las palomas, cada una en sus respectivos adosados, ya tenemos el problema.
Conclusión: el Ayuntamiento podría conmemorar la primera década de la colocación de las rejillas reponiendo el importante número que faltan.
Cuestión aparte, y una presencia constante en esta sección, es el remate del murallón, la verja oxidada y oscilante en muchos tramos que en teoría protege de una caída importante desde la cuesta del Paseo de don Juan Temboury.
Que desde los años 40 el Ayuntamiento no haya tenido tiempo ni dinero para restaurar esta medida de seguridad en un itinerario turístico de primera categoría es un enigma tan insondable como el sueño de las moscas. Confiemos en que nuestros políticos municipales no se echen a dormir, tan a tiro como les queda la calle Guillén Sotelo.
En la consulta
El pasado martes, en la consulta de un médico, que es donde con más riqueza afloran los pensamientos filosóficos y la conciencia del ser, un jubilado malagueño, a la vista de sus achaques, expresó un deseo sólo posible en la literatura: «Ojalá que a partir de una edad, cada año cumpliéramos un año menos y fuéramos para atrás». Los recién nacidos serían entonces o bebés con toda la vida por delante o camuflados ancianos a punto de salir en los periódicos… y no precisamente en la sección de Deportes.