Pasar por la Trinidaz y luego ver la Humildaz

24 Abr

Como cada Semana Santa, algunos locutores malagueños han hecho un gran trabajo de pronunciación neomadrileña para que vivamos las tradiciones de la tierra

La pasada semana se produjo el portento radiofónico de la transmigración de las almas. Fue encender la radio, escuchar a ciertos locutores malagueños y viajar con todos los sentidos a la Semana Santa de Zamora, una ciudad mágica con unas celebraciones religiosas sobrias y portentosas, como el acento castellano-leonés que salía de sus gargantas malaguitas.

Expertos hay, sin embargo, que inciden en que lo que se transmite por algunos micrófonos de Málaga no es otra cosa que el neomadrileño, ese castellano amigo de convertir la ‘de’ final de las palabras en zeta.

Esta costumbre, precisaba en 2007 el escritor Javier Marías, es una moda reciente incluso en el mismo Madrid, ciudad que los madrileños, hasta hace muy pocas fechas, nunca la habían pronunciado Madriz sino Madrí. El autor, criado en el castizo barrio de Chamberí, achacó esa moda foránea a la impericia del expresidente Zapatero, uno de sus propagadores principales.

Gracias a esta práctica fonética, en Málaga hemos podido contemplar al Cautivo por su barrio de la Trinidaz y admirar a la Soledaz de Mena por la Alameda, sin olvidar, claro, ni a la Saluz ni a la Humildaz.

Como alguna vez hemos comentado en esta sección, esta forma de hablar denota un profundo y errado sentimiento de inferioridad que debería ser objeto de estudio psicoanalítico. ¿Qué turbulento mecanismo interior empuja a tantos locutores malagueños a enmascarar su forma de hablar?, ¿resulta más prestigioso y culto pronunciar Trinidaz en lugar de Trinidá?, ¿cuándo darán el siguiente paso en su curso de neomadrileño y nos desearán los buenor días como hace Sáenz de Buruaga cada mañana?

Deberíamos reflexionar, porque los locutores andaluces son ya los únicos que no se han quitado el sentimiento de inferioridad de encima. Cada día escuchamos a más presentadores canarios hablando en las ondas como se habla el español en las islas, sumándose a los cientos de locutores madrileños, vascos, catalanes o extremeños que no simulan su forma de hablar y pronuncian con la forma de hablar de sus respectivas regiones. Eso sí, de forma clara y correcta, que es el único requisito que se debe exigir.

Después de casi 35 años de autonomía andaluza, confundir el español que se habla en Andalucía con una tara o rémora sureña que debe eliminarse en el logopeda es un síntoma más de atraso y falta de autoestima en nuestra tierra.

Un servidor no pierde la esperanza. Algún día este complejo del locutor andaluz desaparecerá. Entonces escucharemos en antiguas grabaciones esos comentarios engolados y de falso castellano-leonés o neomadrileño como quien escucha al rimbombante locutor del Nodo.

Nos asombraremos entonces de las cosas tan raras que se hacían en Málaga en pos de un mito lingüístico que nunca ha existido: la pronunciación pura y perfecta del español. Saluz para todos.

2 respuestas a «Pasar por la Trinidaz y luego ver la Humildaz»

  1. Qué razón tienes, amigo Alfonso. ¿Por qué tenemos los andaluces el complejo de que hablamos mal? Nosotros, que exportamos el seseo a Hispanoamérica, y los hispanoamericanos, orgullosos y sin complejos de su forma de hablar, se comunican en un castellano de origen pero con su acento y modismos particulares y todo el mundo los entiende.
    A mi también me parece envidiable el notable número de periodistas canarios que trabaja en las televisiones estatales y siguen hablando con su suave y dulce acento que les identifica con su origen, sin ceder a una uniformidad que les roba su personalidad. Justamente lo contrario que en Canal Sur, que se esmeran en pronunciar un perfecto castellano, tan perfecto que superan con creces a sus colegas de la capital de la Villa y Corte pues, no se les escapa un laísmo (la dio tres puñaladas), ni sustituyen (hasta ahora en Málaga) la “z” por la “d” (Madriz, igualdaz, sinceridaz). Sinceramente, igual me da como hablen en Madrid, pero me molesta que nos corrijan o nos mal imiten en el cine o en las series de televisión.
    Me preocupa que en Andalucía perdamos nuestra forma de hablar, con su multitud de variantes y modismos locales que, si se presta atención al interlocutor, te llevan mentalmente a la comarca de la que es originario. La “s” silbante cordobesa, la “ch” con sonido “ll” alpujarreña, la “j” jugosa de Jaén, el seseo granaíno o el ceceo malagueño.
    Como engañosamente nos decían los políticos de la incipiente autonomía andaluza a principios de los ochenta en su eslogan; ¡Habla bien, habla andaluz!

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