El ingenioso escritor Miguel de Cervantes publicó la primera parte del Quijote con 58 años, una edad que en el Siglo de Oro estaba más próxima a la ancianidad que a la relativa lozanía de nuestros días.
Como todos saben el germen fue la historia del lector que perdía el seso devorando los libros entonces de moda en toda Europa, los de caballerías. A partir de ahí, lo que iba a ser un simple relato fue creciendo hasta convertirse en la obra maestra que conocemos y que fue completada con la segunda parte, publicada cuando Cervantes –un viejo soldado de vuelta de todo y con solo seis dientes sobreviviendo en la boca– contaba 67 años.
Hoy se conmemora su muerte, aunque en realidad falleció un 22 de abril según algunos investigadores. Y también se recuerda el paso a mejor vida de Shakespeare, que tampoco murió un 23 de abril exactamente pero sí por estas fechas y a quien le dio tiempo de leer, que se sepa, la primera parte del Quijote.
En el callejero de Málaga el homenaje es doble al autor de las Novelas ejemplares. La avenida de Cervantes pasa delante de los principales edificios administrativos de la Málaga del siglo XX: Correos, el Banco de España y el Ayuntamiento.
Y en La Malagueta, la gesta urbanística que supuso la creación de esta apelmazada Manhattan en tan reducido terreno parece mucho más civilizada con la aparición de una calle Cervantes; en su primer tramo, una suave cuesta peatonal junto a la plaza de toros.
El 23 de abril, por esta conjunción de las letras hispanobritánicas, se celebra el Día del Libro. Aquí el firmante conoce a muchos malagueños que tal día como hoy peregrinan a las librerías en busca de algún ejemplar que llevarse a los ojos, no sólo por amor a los libros sino también para solidarizarse con un negocio cada día más romántico y quijotesco.
Como ya comentó un servidor hace algo más de un año, hay terrenos en los que los lectores retroceden. Uno de ellos es la EMT. Cada vez hay menos usuarios con libros y más asiduos del teléfono inteligente. Vivimos bajo el reinado del whatsapp, que es la forma más barata de enviar de forma masiva chistes picantes, al parecer una de sus principales utilidades.
Hace poco, un dirigente vecinal describía la angustia vital por la que pasaron él y su mujer cuando a las 2 de la madrugada les despertó el pitido de un whatsapp enviado por un hijo que estaba en el extranjero. Temiendo una desgracia, encendieron la luz con presteza, se calaron las gafas nerviosos y comprobaron que su hijo, por error, les había mandado un vídeo, en concreto la secuencia de una película italiana en la que un sujeto palpaba los escrotos (sí, ambos) a un burro.
Lo dicho, en Málaga burros, los justos y libros, a mares. Feliz día de Shakespeare y de Cervantes.
A la memoria de Paco Fadón, apasionado defensor y divulgador de su tierra adoptiva.