Artistas como el español Alberto Pirrongelli en el Madrid de los Austrias ha revitalizado con trampantojos horrendas medianeras que en Málaga son legión
Al perchelero Manuel Ruiz Benítez, antiguo presidente de la ONG Pangea y expreso político durante el Franquismo, le sigue moviendo la misma sed de justicia social ahora que lleva unos años jubilado.
Su vida de esfuerzo y dedicación por los demás pudimos conocerla cuando en 2008 publicó sus memorias, A la sombra de los recuerdos, cuya cuyos derechos fueron para la ONG que ayudó a crear. Rara es la semana en la que este hombre excelente e íntegro no muestra en las redes sociales su indignación por la caída en picado de nuestros derechos.
Manolo tiene también la sana costumbre de compartir con enlaces de internet paisajes de ensueño, monumentos y rincones del mundo que merecen la pena no perderse, aunque sea en la pantalla del ordenador.
El envío de esta semana ha sido una selección de los mejores trampantojos con los que disimular paredes medianeras de medio mundo; partes laterales o traseras de casas que son tan impresentables como la parte de atrás de una nevera.
Los ejemplos son espectaculares. Hay viviendas que parecen albergar en su interior, tras abrir un gigantesco agujero en el ladrillo, bibliotecas inmensas con bustos de los grandes clásicos. Otras, se limitan a reproducir en la insulsa pared una segunda o tercera fachada cuajada de idénticos balcones y ventanas, con el toque surrealista de incluir un gigantesco lápiz, como si estuviera terminándose el dibujo.
Casa hay que reproducen una especie de 13 Rúe del Percebe, con la vida disparatada de todos los habitantes.
Y en la Puerta de Moros, en Madrid, un elegante edificio de ladrillo rojo continúa por el lateral formando parte de una calle invisible. A dos de los balcones se asoma un par de vecinos reales del bloque que han sido inmortalizados y que son conocidos como los Pacos. En el casco antiguo de Madrid hay muchos trampantojos de este estilo, obra del cartelista extremeño Alberto Pirrongelli.
En Málaga, ciudad proclive a los desaguisados urbanísticos como típico núcleo costero español, se está recuperando la tradición de cubrir con disimulo sus centenares de medianeras, una moda que en los años 70 en El Palo dejó excelentes ejemplos, muchos de ellos lamentablemente blanqueados.
Las dos horrendas medianeras del río Guadalmedina, junto al Centro de Arte Contemporáneo, fueron retiradas de la vista contratando al artista norteamericano Obey y al británico D*Face, que realizaron el otoño pasado dos impactantes murales.
En la Alameda Principal, otro campo de experimentación de abusos constructivos, uno de los más notorios crímenes arquitectónicos contra la Humanidad ha sido atemperado por el dibujo de una suerte de ángel gigante. Visto el percal que disfrutamos, no estaría mal promover más ingeniosas trampas visuales como la del español Pirrongelli que dignifiquen los errores del pasado en forma de medianeras. Y las que vendrán.