La retirada de la licencia para construir un hotel en el palacio de Solesio de calle Granada es la lógica consecuencia a 8 años de abandono en un sitio vital para Málaga
El cascajo de la calle Granada, popularmente conocido como el palacio de los Gálvez, aunque fue mandado construir por un empresario que logró la concesión por mediación de don José de Gálvez de los famosos naipes de Macharaviaya, ha sido desde hace ocho años una mancha en el expediente del alcalde Francisco de la Torre.
Y aunque muy pronto su hoja de servicios lucirá un borrón indeleble a causa de la trilera operación del hotel de Moneo, con el ruinoso palacio de calle Granada tiene la oportunidad de enmendar la desidia administrativa exhibida en todos estos años por el Ayuntamiento.
La mansión, mandada construir por Félix Solesio, en cuyos almacenes se guardaban los (irregulares) naipes fabricados en Macharaviaya para enviarlos a las colonias de América, se encuentra en un sitio estratégico para el turismo. Entre el Museo Picasso y la Casa Natal y frente a la iglesia más antigua de Málaga, donde fue bautizado el pintor. Miles de turistas se han topado con esta mansión vaciada, en la que todavía hondean siniestros colgajos de la fachada como los de un barco fantasma.
El autor de estas líneas ha hablado en más de una ocasión con los sufridos vecinos del entorno, testigos de cómo algunos guías se excusaban ante los turistas por el lamentable estado del palacio.
Como alguna vez se destacó en esta sección, la inmobiliaria Salsa no cumplió siquiera con el compromiso expresado en 2010 de colocar una lona que al menos quitara de la vista la decadencia. Una solución muy a lo Bienvenido Mr. Marshall pero que mejoraba la imagen del Centro, aunque fuera por burda ocultación.
Por fin, la Gerencia de Urbanismo ha despertado de su letargo y ha retirado la licencia para construir un hotel. La aparición de unos restos de muros de la época romana fue lo que dio al traste con el hotel de lujo previsto, pues la cadena hotelera tenía proyectadas justo ahí las cocinas y no hubo manera de recolocarlas. Ni con la ayuda de Chicote.
Para colmo, la restauración comenzó con el hundimiento de parte del palacio y hubo que guardar las columnas del patio y demoler otras zonas.
El resultado de esta sarta de desgracias es evidente. Queda por ver si haber mantenido el palacio de Solesio en un magnífico estado de decrepitud es motivo o no de infracción administrativa. En Málaga, exhibir durante años un trozo del patrimonio en pésimo estado, a veces, hasta supone lograr el apoyo municipal, como podemos ver en este último año con la actual concesionaria de los Baños del Carmen, así que el asunto no está nada claro.
Lo que sí es de desear es que, algún día, el palacio se reconstruya y lo poco o mucho que está almacenado vuelva a su sitio. Será la mejor forma de borrar este manchurrón en el plano turístico de Málaga. En eso que los políticos conocen como el punto «neurálgico» de la ciudad. Ni queriendo.
Por desgracia al palacio ya no se podrá ni ir ni volver, queda bien poco, la fachada, pero el palacio se perdió; igual que ha sucedido con tantos otros edificios. ¿Esa manía de remodelar o conservar únicamente fachadas tendrá algo que ver con el coste de las licencias de las obras?.
Muchos ciudadanos nos hemos vuelto desconfiados, nos creemos poco de lo que nos cuentan las administraciones.