Pese a fundarse en el XVI como convento, el actual Asilo de los Ángeles sigue disfrutando de un acceso tercermundista, pensado únicamente para los coches
Hace unos años, los vecinos de la plaza que hay en la calle Pedro Gómez Sancho acudieron a este firmante por la proliferación de pulgas y bichos varios que habían hecho forturna en este coqueto jardín, tomado por los matojos.
El panorama esta semana es mucho más edificante y las pulgas, seguramente, habrán tenido que marcharse a hacer las Américas.
Lo que permanece en el cruce con la calle Máximo Gorki es un cartelón de esos que proclaman las gestas de nuestra administración, en este caso el Ayuntamiento de Málaga, informando de las obras de encauzamiento del arroyo del Burro. La tradición asegura que este tipo de carteles sólo se retira a fuerza de tornados y vendavales, de ahí que luzca descolorido y desconozcamos en qué año fue instalado. En todo caso, el récord lo tiene un cartel, ya retirado por vergüenza ajena, sobre unas obras de la Junta de Andalucía nunca llevadas a cabo en El Romeral. El cartel permaneció en un solar de la calle José de Ribera trece añitos (de 1995 a 2008).
Pero lo más llamativo de esta zona es justo lo que hay detrás, un jardincito adecentado por los vecinos del único bloque de los andurriales. El tesón vecinal ha logrado convertir el parterre en un vergel, aunque no siga las pautas botánicas municipales. Mejor este jardín que un terrizo mugriento.
Y hablando de mugre, deberían echar un vistazo a la extinta fuente del Burro. Tras pasar un pequeño túnel estampado de pintadas, nos encontramos con los restos de la fuente, que hasta hace muy poco soltaba un chorrito discreto. Ahora es complicado localizar los restos, atiborrados de spray.
Este siniestro rincón marca el camino de ascenso al Asilo de los Ángeles. Resulta curioso porque ni siquiera una existencia centenaria como este equipamiento, convento desde el siglo XVI y asilo desde finales del XIX, garantiza por parte de nuestro Consistorio un acceso digno. La lamentable cuesta que conecta con el asilo está pensada únicamente para los coches. A la derecha tiene un aliviadero roto para las torrenteras y a la izquierda, una sucesión de olas de asfalto, levantado por las raíces de los eucaliptos. Los abuelos suben y bajan como pueden.
Jalonan esta cuesta tercermundista numerosos desperdicios en las primeras estribaciones del Monte Coronado, mayormente botellas. En algunos casos son las mismas observadas por este firmante hace más de un año. En concreto, un cerro botellero a pocos metros del asilo. El problema, como casi siempre, es que a nuestros representantes políticos, en líneas generales, les falta patearse -con patas- la ciudad. Si el asilo organizara una subida a pie de nuestro alcalde y concejales, habría muchas posibilidades de que la cuesta se adecentara. Mientras suban en coche oficial no hay nada que hacer.
A ver si en las próximas municipales cae la breva y se marcan un homenaje a Antonio Machado. Se hace camino al andar.