En el parque del Cementerio de San Miguel ya asoma la primavera con los árboles del amor y del coral. Sólo desentona un bar nauseabundo
Será por seguir con la tradición, pero sorprende que tantos vecinos de Las Flores sigan llenando la placita que hay delante del barrio, en la calle Albéniz, teniendo a pocos metros el espléndido y amplio parque del Cementerio de San Miguel.
Un servidor recuerda hace años las lógicas quejas vecinales porque en este poblado barrio las zonas de esparcimiento se reducían a este pequeño ágora con gruesos y veteranos eucaliptos en medio del tráfico.
El parque del cementerio se encuentra esta semana en perfecto estado. La primavera está pidiendo ya permiso para entrar, de ahí que los árboles del amor se encuentren en plena floración, dejando una alfombra realmente hermosa de pétalos color rosa. También calientan motores las eritrinas o árboles de coral, que surgen en las ramas desnudas desplazando al invierno con ese intenso rojo anaranjado que parece salido de las profundidades del Caribe.
Pero sin duda, el árbol más espectacular de esta zona verde se ve a a una legua, es un inmenso eucalipto con un tronco digno de exposición cuya copa se empieza a poblar de hojas verdes.
Lo único que sigue desentonando en esta suave colina de césped cortado que va ascendiendo hasta el Cementerio de San Miguel es la desnuda explanada de la entrada, que no se sabe muy bien qué cometido tiene, como no sea el de ahorrar en el mantenimiento de zonas verdes.
El impacto de esta desnuda llanura se ve reducido por un gran parque infantil pero la estepa sigue presidida por un bar rupestre, revestido de planchas de piedra absolutamente atiborradas de pintadas. Un servidor no lo ha conocido nunca abierto.
El bar, para más inri, cuenta en un lateral con sendos servicios abiertos en los que una persona sensata nunca entraría, pues presenta huella de pequeños fuegos y detritus de procedencia lamentable.
Si este bar no tiene visos de ser utilizado nunca, si retirar tantos metros cuadrados de pintadas saldrá por un ojo de la cara, si es un foco de porquería y zona de reunión de vándalos, nuestros políticos podían centrar su capacidad intelectual en demolerlo y dejar tranquilo el edificio de Hoyo de Esparteros.
La gran fuente del fondo, pegada ya a la histórica necrópolis, continúa vacía aunque hay visos de esperanzadoras reformas. De hecho, ya no tiene nada que ver con el aspecto de hospital robado que tenía en el pasado.
A la izquierda de la fuente podemos ver un solitario arco de piedra, una de las antiguas puertas de entrada al cementerio. Un árbol de gran porte ha nacido justo delante, obstruyendo la, por otra parte, inservible entrada. El conjunto queda muy romántico. Otra cosa es que las raíces de un árbol tan pegado afecten o no a esta evocadora estructura. Y estas suaves colinas, alcanzada la cima, nos regalan unas vistas preciosas de Málaga, con el Monte Coronado al fondo. Un parque estupendo que ya presiente la primavera.