La revista cultural y científica de Málaga publica en su último número una interesante propuesta para que la fábrica del Tarajal acoja el Museo de la Industria
Inasequible al desaliento, la revista cultural y científica Isla de Arriarán continúa su deambular sorteando los remolinos de la crisis y acaba de publicar el número 37.
La existencia de una importante y constante lista de suscriptores, amantes de la Historia de Málaga, explica el éxito de la publicación, que se caracteriza entre otros aspectos por denunciar las aberraciones urbanísticas malagueñas y en suma, por criticar la demolición y el abandono del patrimonio de Málaga. No es extraño por tanto que en la portada del último número aparezca la destrozada fábrica del Tarajal, de propiedad privada.
Si ustedes tienen la suerte de visitarla, descubrirán un edificio espléndido y fastuoso que se cae a pedazos, con una gran nave que se utiliza para que se resguarde ganado. En la entrada a las oficinas todavía quedan restos de hermosos azulejos de la época y la chimenea, de fabricación alemana, es tan imponente o más que cualquiera de las de la Misericordia, sin olvidar un memorable depósito de agua.
La revista sigue abogando por la reivindicación patrimonial en esta ciudad de nuevos ricos, de ahí que el primer artículo, una vez vista la portada, sea la interesante aportación de Carlos Sarria Fernández, licenciado en Historia del Arte, que presenta una propuesta de creación y ubicación del Museo de la Industria de Málaga, un equipamiento que cree ineludible para nuestra ciudad.
Ni que decir tiene que la sede propuesta sería la de la antigua fábrica de azúcar del Tarajal, de 1930, luego transformada a partir de 1950 en fábrica de tapones de corcho, de ahí que su nombre popular sea la Corchera.
La propuesta museística incluye un recorrido por la industria textil y siderúrgica de Málaga, por la alfarería y cerámica, y también por la alimenticia (aceite, azúcar, pescado, vino).
Entre otras cosas, el museo propone la recreación de balsas de gárum; de prensas de aceite; de los altos hornos de Marbella y de la fundición de La Constancia; piezas de Intelhorce; de la Vers; de Citesa; enseres de pesca… Casi 9.000 metros cuadrados para mostrar que Málaga fue una potencia industrial mucho antes que turística.
El punto flaco en estos tiempos es que el museo, estima la propuesta, necesitará de una inversión inicial «importante que deberá ser afrontada por los organismos públicos» que participarían en un patronato. Cierto que no hay un duro para según qué cosas, pero el Museo de la Industria de Málaga debería ser un objetivo, aunque fuera a o largo plazo. Isla de Arriarán, como lleva haciendo desde hace 20 años, pone su granito de arena con esta propuesta, nunca mejor dicho, constructiva, aprovechando una de las construcciones más memorables y desperdiciadas de Málaga.
La pregunta del millón
¿Cuántos de los jóvenes fans del Festival de Cine Español de Málaga pagan por ir al cine?