Adiós a los extractores de jazmines de Las Acacias

13 Feb

Durante décadas, los bañistas que volvían de la playa recolectaban jazmines de una casa que fue derribada hace unos meses. Sólo queda un curioso jardín con setos

Una grata estampa de los últimos 50 años en una calle de Las Acacias, la calle Venezuela, era la de los recolectores de jazmines. Igual que existían los recolectores de algodón, con duras jornadas de sol a sol, el colectivo de recolectores de jazmines tenía también su rutina.

La extracción se realizaba mayormente cuando regresaban de la vecina playa de las Acacias, durante muchos años un bonito pedregal en el que se entremezclaban cantos rodados y escombros. El ritual era siempre el mismo. Los extractores se paraban, dejaban los bártulos playeros en el suelo, miraban a un lado y a otro por si había moros en la costa y procedían a seleccionar los jazmines en mejor estado de revista.

Lo asombroso era la velocidad con la que la mata de jazmines se reproducía. Trepaba por una modesta casa mata en la que vivía una anciana de pelo blanco que solía salir en bata al exterior. La mata era un prodigio de la Botánica porque ha surtido de jazmines, durante décadas, a miles de bañistas. En todos estos años, esta mujer no dijo ni pío. Su cuarto de estar daba justo a la ventana donde trepaban los jazmines, así que hay que suponer que cuando veía la cara de Ana Rosa Quintana o de María Teresa Campos en la pequeña pantalla, también contemplaba la de los playeros que le sisaban los jazmines.

Hace unos meses que la mata pasó a mejor vida y con ella la casa mata. Los jazmines han sido sustituidos por una puerta blanca que da a acceso a un solar con forma de arco parlamentario, el que formaban todo el conjunto de modestas casas, con trazas de haber sido construidas en los años 30 ó 40 y que tenían enfrente un pequeño pero consistente jardín. Esta zona verde es lo único que queda del conjunto. También da a la calle Eugenio Sellés (periodista y dramaturgo del XIX al XX).

El jardincito recuerda en su estilo a otro mucho más lustroso en la plaza de Fernando Guerrero Strachan, en la barriada de Haza de Cuevas. Tiene gruesos setos para resguardar las plantas que vegetan en su interior y dos únicas palmeras que aguantan el paso del tiempo así como el hambre secular de los picudos.

Si algo llama la atención de este jardincito es su mobiliario vintage. Las papeleras son dignas de aparecer en el exitoso libro Yo fui a la EGB porque probablemente sean de esa época. La única farola del conjunto puede incluso que sea de la época del Preu.

Lo único moderno de este jardín detenido en el tiempo son los bancos, y no porque hayan sido cambiados con frecuencia sino por las pintadas que lucen. Una de ellas, la más grande, dice así: Reptilians.

La demolición sucesiva de todas las casas ha dejado delante del solar, formando una curva, una acera fantasma en buena parte levantada y muy descuidada. Hablando de aceras fantasmas, en las noches de verano se intuye el olor de la planta perdida para siempre. ¿Será el espectro del jazmín?

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