El Ayuntamiento recuerda que los polvos de azufre para impedir que los perros se meen en la misma esquina de siempre es contraria a la normativa municipal
El azufre está relacionado con el ángel caído. El fallecido promotor del chandal bolivariano, el comandante venezolano Hugo Chávez, aseguró oler a azufre en la sede de las Naciones Unidas de Nueva York en el año 2006 porque el día anterior intervino el entonces presidente de EEUU George Bush.
Fue injusto porque de Bush jr. se podía concluir que le faltara un hervor pero nunca que fuera demoníaco, adjetivo que implica, pese a su connotación negativa, astucia y cierta agudeza.
El dióxido de azufre que liberan los volcanes, tradicional puerta de entrada a las profundidades infernales, explica la relación entre el azufre y el demonio.
El Ayuntamiento de Málaga por cierto, acaba de prohibirlo hace una días en la modalidad mucho más terrenal de polvo de azufre.
Al parecer, este condimento tan poco culinario es el que emplean los malagueños cabreados porque el perro del vecino se mea en la misma esquina todos los santos días.
La información municipal del Área de Medio Ambiente –que hay que resaltar que está escrita con concisión y claridad, sin las tradicionales florituras tan afines a la neolengua de nuestros políticos aborígenes– aclara que los polvos de azufre se emplean «en la creencia popular de que es una buena medida disuasoria» para evitar que los animalitos alivien su anatomía en la zona tratada. Y sin embargo, informa la nota, lo de los polvos de azufre es cuento chino o cuando menos «no existe constancia científica de tal efecto».
La única constancia es que este producto químico está clasificado como irritante, es decir, que produce irritaciones (que no enrritaciones). Y en cualquier caso, aparte de que los malagueños que combaten con polvos de azufre el alivio canino harían lo mismo con polvos de talco, el Ayuntamiento recuerda que este producto está prohibido.
Así lo recuerda el artículo 5 de la ordenanza municipal sobre limpieza en espacios públicos, que aunque no menciona los famosos polvitos, sí que prohíbe echar residuos de todo tipo «en detrimento de la limpieza y salubridad de los espacios públicos». Y la verdad, repartir por las esquinas una sustancia química irritante no parece muy saludable que digamos.
Por otro lado, hay que resaltar que el Ayuntamiento sale bien del reto de emplear en la información términos relacionados con los pipís y las cacas perrunas pero sin mencionar directamente estas palabras, alejadas al parecer de todo decoro. Así, podemos leer «micciones», «orines», «defequen» y «deyecciones».
Para el firmante, mucho peor que la palabra caca es la palabra deyección, tan relacionada con inyección y que a un servidor le evoca una especie de churretada violenta y por sorpresa de un perro de gran tamaño. Crucemos los dedos o mejor aún, huyamos de la escena del crimen en ese supuesto.
En todo caso, la información del Área de Medio Ambiente nos demuestra que el azufre demoníaco ya ni siquiera impone al respetable y por lo que evidencia la ciencia, tampoco a sus mascotas.