Unos yacimientos arqueológicos del XXI

23 Nov

Los arqueólogos de siglos futuros se partirán la cabeza para averiguar qué demonios pasó en la Málaga de comienzos del siglo XXI

Cuando los arqueólogos del futuro lejano excaven los estratos correspondientes a estos albores del siglo XXI en Málaga, se sorprenderán al descubrir la ingente cantidad de bares y restaurantes que existían en el Centro Histórico. Al contrario que en otros periodos, la variedad de comercios había ido reduciéndose hasta que la ciudad se convirtió en un parque temático de la hostelería.

Puede que entonces concluyan que en la capital de la Costa del Sol el grueso de la economía y el ocio se basaba por entonces en que la gente tragara más que una alcantarilla nueva. Está por ver si, en ese futuro lejano, quedarán restos de langostinos a la plancha o de sardina caramelizada con una base de foie que avalen la teoría.

Los arqueólogos, eso sí, datarán este arranque del XXI como el momento histórico en el que, al menos en la hostelería malaguita, los platos redondos dejaron paso a los platos cuadrados. Un momento de verdad crucial para la Humanidad.

Lo que les dejará a cuadros será la constatación de que, en todo el casco antiguo, se localizaron edificios vaciados como cascarones. Fachadas mondas y lirondas. Por todo ello no entenderán un carajo, con perdón, por qué magnas construcciones como un palacio del siglo XVIII en calle Granada, a pocos metros de la plaza de la Merced y dos edificios gemelos del XIX, en la plaza del Teatro, permanecían como otros tantos en lamentable estado de revista.

Y por otro lado se preguntarán para qué mantuvieron en pie los malagueños del XXI un edificio como el cine Astoria, con claros visos de inhabitabilidad. ¿Acaso fue abandonado a todo meter ante alguna catástrofe como la de Pompeya?. Y en todos esos cascajos vacíos, ¿se celebraban ritos esotéricos como los numeritos de los antiguos en el oráculo de Delfos? Vaya usted a saber, concluirán los expertos, teniendo en cuenta que, en los siglos futuros, los datos documentales digitalizados serán leche y habas, es decir, es muy probable que se hayan volatilizado y tendrán que orientarse sin la ayuda de muchas evidencias registrales.

Deberán acudir entonces a análisis más complejos de historia económica para deducir que existía una gran relación entre los edificios a medio construir y el hecho de que en Málaga, en esa época, hubiera ya más bares que hijos tiene una araña.

Cambio del modelo productivo acertarán a decir y añadirán que en esa etapa histórica, los malagueños pasaron de poner ladrillos a poner mesas, al tiempo que las grandes infraestructuras –véase el yacimiento arqueológico del primer metro de la ciudad– también sufrían un parón de varias décadas. Eso explicaría que mientras las dos primeras líneas de metro se inauguraban a mediados de la segunda década del siglo XXI, habría que esperar al 2035 –año más año menos– para la siguiente: Centro-Rincón de la Victoria.

En fin, no dejan de ser estas líneas elucubraciones arqueológicas, pero qué duda cabe que daremos algún que otro quebradero de cabeza a los arqueólogos que quieran comprender qué demonios pasó en la Málaga de inicios de este siglo tan escasito.

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