En los 80, las medianerías de los bloques menos presentables del Palo ya se mejoraron con murales como el de Obey de estos días. En Málaga quedan cientos por hacer
Dejar atrás el Centro de Arte Contemporáneo y encarar, junto al Guadalmedina, un tipo de urbanismo que además de en Málaga sólo se encuentra, con igual intensidad, en Atenas y en las principales ciudades de Oriente Medio, es una experiencia que sólo puede aguantar Frank de la Jungla. Y quienes vivimos en la Costa del Sol.
Gracias a la pericie de una larga lista de cargos públicos contamos en este bello trozo del litoral andaluz con uno de los (sub)desarrollos urbanísticos más atroces desde la invención de los ladrillos de adobe.
Pocos pueblos y ciudades quedan en la Costa que no hayan caído en la construcción desaforada hasta lograr entre todos una suerte de Gran Muralla China, sobre todo en el tramo que va de Manilva al Rincón de la Victoria.
En la capital de la Costa del Sol son legión los bloques de pisos que exceden no solo la altura permitida o razonable, sino también la decencia. Desde la Alameda Principal a la famosa almendra del Centro Histórico, en todos los barrios hay ejemplos execrables de ausencia de escrúpulos urbanísticos (y habría que decir, humanitarios).
En los años 80 ya se inició en El Palo un movimiento para mejorar el panorama creando murales en los edificios menos presentables al exhibir delatoras medianerías del porte de los Alpes austriacos. La Guía Histórico Artística de Charo Camacho recoge por ejemplo el mural abstracto de Dámaso Ruano junto a la plaza del Niño de las Moras, otro mural por la zona de Pepa Caballero y la desaparecida obra (blanqueada) de Joaquín Lobato, que mostraba unos rostros de mujeres varias épocas.
Que esta práctica se haya reactivado y convertido en uno de los sellos de identidad del recién llamado Soho de Málaga es una buena noticia porque camufla y convierte en arte los errores del pasado y camuflará los del futuro. Aunque algunos vecinos habrían querido continuar con los errores de toda la vida antes que compartir su existencia con un mural con ratas gigantes.
De cualquier forma, ahí tenemos el reciente mural pintado por el grafitero Obey en los mencionados horrores del Guadalmedina, junto al colegio García Lorca. No solo ganamos un poco de arte sino que perdemos una espantosa pared medianera y estamos a punto de perder la de al lado con un mural de D*Face.
Bien podían estos y otros artistas hacer lo mismo con el hotel Málaga Palacio, buque insignia del urbanismo selvático que por aquí se destila. ¿Por qué no reproducir en el viejo hotel la Catedral de Málaga?, así se dejaría ver un poco, sobre todo en la parte donde hay cinco o seis pisos de más.
Y una sugerencia obvia: habría que plantearse pintar ya el futuro hotel de Moneo. ¿Qué tal una galería de todos los insignes políticos que lo han hecho posible? De esta manera, unidos por la misma causa y sin disputas partidistas, aparecerían, cual figuras presidenciales del Monte Rushmore, los gerifaltes de las administraciones local y autonómica que han participado en este turbio espectáculo de prestidigitación normativa en el Centro. Las generaciones futuras tienen derecho a conocer el rostro de tanto inconsciente.
Los murales de El Palo los hicimos nosotros, si os interesa ampliar la información, podemos aportar detalles y anécdotas ..
Un saludo
Josenrique
Los murales en El Palo los hicimos nosotros. Sí os interesa podemos daros anécdotas y demás ..
Un saludo
Josenrique
Me parece que llamar «ratas» sin que en el mural aparezca ningua, y menospreciar una obra de arte urbano, la cual pasan a ver y apreciar a diario mucha gente, entre la que me encuentro, es difamar sin base alguna.
Pechero, se ve que no te has pateado el Soho, de ser así habrías visto las ratas. Un saludo.