Para equilibrar el callejero de Málaga, abundan los grandes escritores en una zona del barrio en la que conviven una avenida de ficus y tres parques
Quienes sostienen que en Málaga hay muy poco ambiente literario y que más tira el fútbol que dos carretas cargadas de libros, es porque no han paseado por la carretera del Puerto de la Torre, como se conoce en el barrio la avenida Lope de Rueda.
Una vez allí, a la altura de centro de salud, hay que descender hasta la zona del Limonero. Verán que todas las calles son pura literatura, y que Eurípides está a un tiro de piedra de Andersen, que tiene como compañeros a Virgilio, Plauto, Zola y Terencio y no faltan ni Balzac ni los Hermanos Grimm, ni siquiera el poeta Pedro Garfias.
Da la impresión de que, quienes realizan el callejero de Málaga, notaron que había que culturizarlo y volcaron en este barrio del Puerto de la Torre toda la sapiencia de los libros, para equilibrar el panorama.
Anécdotas aparte, este rincón literario es además el que más zonas verdes condensa. Tres parques y una avenida, la dedicada a Hans Christian Andersen, nuestro ilustre turista, que es un paseo con ficus de un tamaño ya muy respetable. Tan respetable que cualquiera sabe lo que estarán haciendo por lo bajini, con las casas que tienen tan cerca, supone un servidor que acariciadas por sus raíces.
Otra característica disonante de esta vía es la proliferación de bancos sin respaldo, plaga perpetrada por urbanistas sin corazón (ni riñones). En el momento de pasar por la avenida, a las 12 del mediodía, solo una víctima los utiliza y eso que bancos abundan más que los jueves. Por contra, en el último tramo, separado por la calle Terencio, hay bancos con respaldo y el lleno es casi total.
Entre Terencio y Zola se extienden los tres parques. En el primero de ellos proliferan los brachichiton. Se notan pues las prisas por crear lo que los expertos llaman «espacios de sombra», que es la sombra de toda la vida.
También hay aves del paraíso gigantes, como las que escoltan el Ayuntamiento, menos bonitas que las aves de menor tamaño. Un grupo de jubilados hace guardia junto a una antigua prensa de aceite, en una de cuyas piedras han sellado su amor Gabriel y Paula dejando constancia escrita de su unión, mucho más romántica que la aduanera. La prensa nada informa del origen del cacharro, una tendencia muy malagueña. Este primer parque cuenta además con una zona infantil de juegos que tiene como suelo, en lugar de las planchas de caucho que amortiguaba los golpes, una suerte de césped artificial que debe raspar las rodillas de los infantes que da gusto.
Y si pasamos la calle dedicada a Victor Hugo, nos toparemos con la gran estrella de esta triada de zonas verdes, un cerro con chorraera que juega con la idea de La isla del Tesoro, de ahí que haya juegos en forma de barco y un montón de jarcias para que los niños se instruyan sobre la vida en la mar y mayormente brinquen, salten y se desfoguen todo lo que puedan y más.
La tercera parte es un parque de gran importancia para el Puerto de la Torre porque alberga la ermita de la Virgen de las Cañas, casi siempre con flores y visitantes, recuerdo del arroyo de las Cañas que serpenteaba antes por estos aires tan literarios.