Un excéntrico miembro de la familia Larios y la explicación de una clásica pelea dialéctica malaguita protagonizan algunos de estos inolvidables momentos
Emulando con toda modestia los Momentos estelares de la Humanidad de Stefan Zweig, Málaga también ha contado con momentos estelares, discretamente ocultos bajo cientos de actos ahítos de pompa y circunstancia.
Aquí tienen uno de ellos: última década del siglo XIX, la calle Larios lleva un par de semanas recién inaugurada. Asomado a la ventana del palacio de los Larios, demolido en el siglo XX para construir un remedo de la Giralda rematado por tres huevos, un miembro de la insigne familia otea con avidez su calle, la que lleva el nombre de la familia.
Tantas horas de espera solo tienen un fin: encontrar el momento del día en el que ni El Tato pasee por ella, para calzarse los patines y ponerse a patinar calle arriba y calle abajo por la vía en propiedad, una práctica muy poco extendida por entonces. La anécdota es cierta, como cierto es que el patinador no estaba precisamente en sus cabales.
Otro momento estelar, por la misma época, tuvo lugar delante del Hospital Civil. En unos tiempos en los que apenas existía clase media y Málaga estaba sólidamente dividida en dos clases separadas metafóricamente por miles de kilómetros (y de pesetas), los trinitarios idearon, como contrapartida a las carreras de caballos de la burguesía, carreras de borricos.
En estas competiciones ganaba, por cierto, el burro que menos metros recorría. Estas dos anécdotas las recoge la profesora de la UMA Amparo Quiles, gran especialista del siglo XIX en Málaga, en uno de sus apasionantes trabajos. Otras carreras más conocidas que se pusieron de moda, las de cenacheros y camareros, estas últimas no tan lejanas en el tiempo.
Y aquí va otro momento estelar, proporcionado para la revista Péndulo por el recién desaparecido profesor de la Escuela de Peritos Pedro Portillo Franquelo, de la familia propietaria de la cerveza Victoria. Este momento estelar, en realidad, se trataba de un juego dialéctico cada vez que los niños malagueños se enzarzaban en peleas.
Entonces era muy normal escuchar eso de «¡tu hermana la pelá!» con la consabida respuesta: «¡La tuya, que es más zambulla!». Lo de la pelá hacía referencia en realidad a los rapados de las cabezas de las prostitutas cuando se hacían redadas, uno de cuyos fines era eliminar los piojos. En cuanto a zambulla, hacía mención al aspecto tripón y paticorto de la supuesta homenajeada pues los zambullos eran las barricas usadas por los anchoveros para envasar las arencas, que hoy vuelven a ponerse de moda en las tiendas de ultramarinos de Málaga.
Encierro involuntario
Hace unos días, un grupo de personas que fue al Ayuntamiento de Málaga a por un trabajo del plan de Acción Social de la Junta, que les asegura un puesto durante tres meses a tiempo parcial, se quedó encerrada en el ascensor del edificio.
Por suerte hay que aclarar que, al menos, permanecieron encerrados después de firmar el contrato, es decir, cuando ya bajaban.