El anuncio de que el Ayuntamiento arreglará la antesala del Cementerio de San Miguel es tan maravillosa como sorprendente
La noticia de que el Ayuntamiento de Málaga arreglará la plaza del Patrocinio, puerta de entrada del cementerio histórico de San Miguel, suena a noticia portentosa. En términos astronómicos es como si al cometa Halley le diera por aparecerse cada fin de semana en lugar de cada 75 años, como nos tenía acostumbrados. En términos políticos, es como si 200 cargos públicos de Málaga decidieran pasar unos años buscándose las habichuelas en la empresa privada o estudiaran unas oposiciones.
Lo dicho, lo nunca visto. Hay un proyecto municipal, hay buenas intenciones, si además hay dinero la dicha será completa.
La responsable del Cementerio de San Miguel, la exconcejala Araceli González, explicaba a este firmante el día de Todos los Santos el futuro arreglo de la plaza con una imagen llena de lógica: no se puede arreglar una casa y dejar la entrada en malas condiciones. Ahora que el camposanto renace de sus cenizas, nunca mejor dicho, no tenía sentido que para entrar hubiera que atravesar este inquietante espacio.
Esta crónica tiene el dudoso honor de haber recogido, como una gota malaya, el proceso de decadencia y caída de la plaza del Patrocinio.
Se trata de un cascajo terrizo convertido en aparcamiento, que cuenta con dos piezas del Patrimonio de Málaga en un estado que, de tratarse de seres de carne y hueso, se aproximarían a muertos vivientes. Pues como pieza del Patrimonio Zombi se puede catalogar la fuente del Tempus Fugit, de 1849, con un reloj de arena alado, en cuyo interior ha sido tradición depositar los cascos de botella y piezas de coches inservibles.
También hay un precioso monumento, cuajado de pintadas y con la cruz desaparecida, que conmemora una terrible epidemia de peste en el siglo XVII. La cruz, originalmente en El Ejido, donde fueron enterradas 12.000 víctimas, fue trasladada a esta plaza del Patrocinio, todavía sin patrocinadores, pero en la que ya resuenan campanas de esperanza.
Propuesta marxista
Estas líneas están escritas antes de que ayer finalizara la reunión entre la Junta y el Ayuntamiento acerca del metro.
De todos es sabido que el alcalde Francisco de la Torre duda más que Los Panchos, pero todo debe tener un límite. Ahí estuvo un servidor apoyando al regidor de Málaga cuando la Junta quiso colocar por sorpresa un tranvía por la Alameda, en lugar de cumplir lo acordado y continuar con el metro subterráneo. Una ocurrencia inaceptable. Los antiguos romanos lo tenían muy claro: «Los pactos deben cumplirse».
Por eso sorprendía que ahora fuera el alcalde quien propusiera un autobús al Hospital Civil, que no es, desde luego, lo acordado hace menos de dos meses con la Junta. Siguiendo esta línea de actuación marxista –cercana a Groucho Marx– puestos a pedir sería hermoso, aunque complicado para el tráfico rodado, poner en marcha en el antiguo Camino de Vélez un servicio de burros taxi, lo que reviviría las entrañables estampas de los arrieros junto al abrevadero de la fuente de Reding.