Un regreso al pasado: el Llano de Doña Trinidad

24 Oct

El Llano de Doña Trinidad es una constatación más de que El Perchel y La Trinidad siguen jugando en segunda división en la Liga de los barrios

Ayer en esta sección se habló del curioso safari fotográfico alrededor de la Casa de Socorro de Guerrero Strachan. Al albergar una comisaría de la Policía Local los amantes de la Arquitectura y del Patrimonio deberán ser precavidos y mantener las distancias porque no se puede ir fotografiando por ahí una comisaría, por mucho que se revista de neomudéjar de 1918. Es lo que hay.

Y cada vez que este firmante deja atrás la Casa de Socorro y llega al Llano de Doña Trinidad se le cae el alma a los pies y no hay quien la pueda recoger en un buen rato.

El Llano es la constatación de que El Perchel, pero también La Trinidad, son otra cosa, unos barrios que pese a su importancia histórica, al político en general importan de forma relativa (relativamente poco). Ahí tenemos sus dos símbolos, el abandonado convento del Carmen y arriba, el de la Trinidad, este último con obras de rehabilitación por fin en marcha tras un baile disparatado de propuestas y un respeto al pasado militar del antiguo cuartel que no ha dejado piedra sobre piedra.

A este respecto, los genios de la Junta que tomaron la decisión en Sevilla podían haber tenido un gesto con los más de 200 colectivos malagueños que pedían que perviviera el pasado militar del convento y mantener siquiera uno de los dos pabelloncitos de minúsculas proporciones (las antiguas cocinas o las letrinas) que no estorbaban. Pues ni por esas.

Pero no nos desviemos de este desdichado llano perchelero que muchos malagueños creen emplazado en La Trinidad por su nombre, en recuerdo de doña Trinidad Grund, que tenía varias casas de su propiedad en la zona. Más de una vez esta crónica se ha detenido con pena en él para recorrer su suelo perennemente sucio, para contemplar el aspecto deslavazado e inquietante de un espacio que parece el de una ciudad abandonada, con esos bancos con pintadas que fueron diseñados por algún arquitecto seguidor del marqués de Sade, ideales para fomentar las visitas al fisioterapeuta.

Los alcorques vacíos son también desasosegantes y bien podrían esconder algún pasadizo al inframundo, siempre que el paseante sea capaz de apartar la hierba y la basura.

Además, en el extremo norte, un ficus abrazado por un gran alcorque que no da más de sí y está agrietado tiene la ingrata compañía de siete contenedores de basura.

El Llano de Doña Trinidad fue en su día una plaza. Hoy sigue formando parte del Perchel, uno de los dos barrios históricos que únicamente reciben una ingente cantidad de cargos públicos cuando su función es solo decorativa: en Semana Santa, claro.

Luces

En el Palmeral de las Sorpresas uno de los rincones más bonitos lo encontramos al comienzo. Se trata de un jardín que parece que ha crecido en el vaso de una piscina, formado por pacíficos que, al atardecer, se vuelven casi traslúcidos por este sol otoñal cada vez más tibio. Unos bancos dan la oportunidad de descansar y disfrutar de este pequeño espectáculo diario.

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