La penúltima gracia al grupo de Arturo Reyes

2 Oct

Por su emplazamiento tan a mano de amantes de las Bellas Artes pero también de los vándalos, el grupo escultórico del Parque vive en un sinvivir

El pasado mes de junio, el monumento a Arturo Reyes en el Parque recibió una atención inusitada. Cerca de medio centenar de personas de arremolinó a su alrededor, y eso es algo que no sucedía desde su inauguración hace alrededor de medio siglo, cuando se conmemoró el centenario del nacimiento del homenajeado.

Pero el tiempo pasa, pese a que se oponga a ello el amojamado Silvio Berlusconi, y en junio lo que se recordaron fueron los cien años del fallecimiento del escritor. Fue un acto sencillo y muy bien desarrollado que organizó la Academia de las Artes y las Letras Santa María de la Victoria. El busto del escultor recibió una corona de laurel y Pepa Reyes, bisnieta del autor, dirigió unas palabras a los asistentes.

En el mes que acabamos de dejar atrás, septiembre, se conmemoraron los 150 años del nacimiento de Arturo Reyes y el monumento, realizado por Adrián Risueño, no parece haber mejorado mucho. La mujer que la acompaña, al pie del busto del escritor, es uno de los personajes de sus novelas pero más bien parece salida de una novela ejemplar cervantina, por eso de que recuerda al manco de Lepanto.

El Ayuntamiento está literalmente hastiado de reponer la mano de quita y pon de esta mujer, ya que existe la inveterada costumbre de acicalar la estatua colocándole en su mano –cuando no está desprendida, claro– una flor de pacífico de la planta que acompaña al grupo escultórico.

Hace unos meses, el autor de estas líneas vio la mano tirada en el suelo y en un imprudente exceso de prudencia, en lugar de cogerla y guardarla para entregarla al Ayuntamiento, decidió llamar por teléfono y avisar del desprendimiento sin tocar la mano, pero entre tanto algún inconsciente se llevó la pieza de recuerdo.

Ayer por la mañana, un bromista había colocado un gorro a la escultórica mujer para protegerla del sol que tanto dio de sí a lo largo de la mañana. En esta ocasión, el firmante cogió el gorro y lo depositó en la papelera.

Formar parte de un grupo escultórico tan a mano de cualquiera, ya sea un amante de las Bellas Artes o un arborícola, tiene estas desventajas. Si los arrancamientos de manos prosiguen, habría que ir pensando en hacer con las estatuas de Málaga lo que se hace ya con muchos de parques de Málaga, como el Parque Litoral: colocarles un valla. Una solución extrema para comportamientos dignos de hooligans beodos.

De tiendas

Las denominaciones de las tiendas de Málaga han evolucionado desde los nombres comerciales clásicos, en los que primaba el apellido del fundador o algún elemento alusivo al negocio (Pérez Cea, La Llave…) a juegos de palabras, la mayoría de ellos jugando con el inglés, en los que de vez en cuando asoma el humor. Es el caso de la tienda Fumandchup, en Armengual de la Mota, en claro homenaje del mundo del tabaco al malísimo Fumanchú o uno más evidente, en la calle Mármoles, la tienda Pija´s, tienda de ropa –suponemos– sin complejos.

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