El mundo colorista de un artista sabio y discreto

3 Ago

El Museo del Patrimonio combate el gris imperante con la bienvenida irrupción de colores del artista malagueño José Manuel Cabra de Luna

José Manuel Cabra de Luna no sólo es un artista entusiasta, además ha hecho propios los viejos consejos de Marco Aurelio y es un hombre sabio, extremadamente simpático y sencillo, cualidades que, quizás porque escasean de forma conjunta, siempre lleva con mucha discreción.

El Museo del Patrimonio ha abierto sus puertas a una gran exposición de su obra que puede verse hasta el 13 octubre. En estos tiempos macroeconómicos en los que la gama infinita de grises, como de cielo plomizo parisino, nos envuelve con tenacidad, entrar en el universo de Cabra de Luna levanta la moral a cualquiera.

Hace muchos años que encontró su senda artística, un camino de baldosas amarillas, pero también verdes, rojas, azules, celestes y naranjas, colores intensos que plasma con un lenguaje moderno, pero sin dejar de homenajear a artistas del pasado como los maestros italianos del Renacimiento, en cuyas obras encontramos a vírgenes y santos envueltos en túnicas de colores esplendorosos, como la Madonna de Senigallia, de Piero della Francesca, que aparece en la muestra.

«Estoy enamorado de los colores; ellos son mi cielo», leemos en la muestra. Su enamoramiento, sin embargo, no se traduce en un mundo pictórico recargado, sino de formas austeras, como ese alfabeto gigante –quizás de un mundo antiguo y racionalista que habría encantado a Lovecraft, que tiene un cuento sobre una civilización marciana perdida de marcados aires geométricos– o esas composiciones que recuerdan a pacíficas banderas, con colores cálidos, veraniegos, entre los que no falta el rojo atardecer.

Para el firmante, el cuadro más evocador es Al otro lado del espejo, realizado en 1998. Lo que se esconde tras la realidad pachanguera bien puede ser este caudal de colores espléndidamente encauzado. Ahora ya sabemos lo que sintió Alicia.

En la exposición hay un rincón que reproduce el estudio del artista, que parece el interior de Villa Kunterbunt, la casa de Pipi Calzaslargas. Un espacio para crear en el que cuelgan banderas de varios países (también la bandera pirata), rico en colores en todas sus manifestaciones posibles. Muy atractiva es una mesa de José Manuel Cabra de Luna atestada de pequeñas creaciones como mecanos ultracoloristas y originales teatrillos y un grabado de Roy Lichtenstein, un guiño a su temprana afición por coleccionar grabados de los grandes artistas.

También se expone en esta muestra El Jardín de Heráclito, el grabado del artista cuyas planchas conserva el Museo de la Calcografía Nacional y que fue realizado en sus talleres.

Hay objetos para colgar, de nuevo sus originales geometrías incorporadas a una percha; homenajes a clásicos perfumes; poesía de Alfonso Canales; algunas de las variaciones Goldberg; templos clásicos; señales de tráfico convertidas en signos que nos indican el camino hacia la dicha del color… Para evadirse de estos tiempos grises den rienda suelta a su alegría en esta muestra tan necesaria.

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