En el frontal de la biblioteca de Churriana se pueden cocer salchichas este verano, mientras enfrente, un parque con palos borrachos es mudo testigo del tráfico aéreo
El nacimiento de la biblioteca pública José Moreno Villa, en Churriana, fue un parto de los Montes, pues cuando ya estaba lista y reluciente, hubo que esperar al mobiliario más tiempo de la cuenta.
La espera ha merecido la pena, aunque el edificio tiene un gran frontal acristalado que mira al aeropuerto y que si en él se pusieran salchichas tipo Frankfurt, se cocerían en cuestión de segundos. Que en los edificios institucionales de Málaga siga de moda tanto cristal en una tierra con tantas horas de sol suena a algún oscuro de deseo de mortificar a quienes los usan o trabajan en él o bien de encarecer las obras con costosos aparatos e inventos para bajar la temperatura de cocción.
Dejemos este acristalado templo del saber en la calle Maestro Vert, a pocos metros del eremitorio-basurero de los siglos VII al IX del que hablábamos ayer, para centrarnos en el jardín que hay enfrente de tanto cristal y que se encuentra en muy buena forma. Abundan en esta loma ajardinada que desciende suave, como si quisiera alcanzar los aviones que tiene enfrente, los palos borrachos, que desafían al cielo intenso de este julio que hoy hace mutis por el foro.
También hay palmeras canarias, yucas, chefleras y jacarandas, ya sin su carga de color tras la pasada primavera. Una de las palmeras, por cierto, está totalmente abducida por una enredadera y resulta complicado distinguirla. El centro lo preside un parque infantil en buen estado y aparatos de gimnasia. Uno puede ponerse en forma mientras contempla, como en casi toda Churriana, el trasiego de los aviones, aunque sean los de bajo coste.
Hay sin embargo elementos que desentonan con este conjunto. Uno de ellos, una caseta que ha sido enmarañada de pintadas abyectas entre las que no faltan un órgano masculino ni Homer Simpson, aunque el autor debería perfeccionar su arte con algunas clases de dibujo.
Y descendiendo la loma el parque se acaba y llegamos a una especie de erial plagado de cacas de perro, así que en esta zona no es conveniente distraerse mucho con los aviones sino mantener la vista gacha, hacia el suelo, para evitar sorpresas de última hora.
Sin botas de agua
Y no puede faltar en estos dos días de tournée por Churriana una referencia a un exterrizo infecto que ha devuelto la confianza en la administración local a los vecinos. Se trata de un aparcamiento bien extenso que se encontraba en un estado lamentable, frente a la iglesia de San Antonio Abad, y que el Ayuntamiento ha hormigonado e incluso señalizado.
Se acabó el tener que aparcar en invierno con botas de agua para evitar llegar al trabajo como si se trabajara en una porqueriza. De paso, se constata las buenas sensaciones que en muchos vecinos y colectivos está dejando el concejal del distrito, José del Río, que ya recibió un homenaje el año pasado. Felicidades.
Picasso
Marca de agua de la ciudad a partir 1981, cuando a los 100 años es redescubierto por sus habitantes.