Los pabellones, jaimas diáfanas o toldos están de moda y constituyen una ocupación excesiva, molesta y prolongada de las playas de Málaga
Ya están aquí, un año más, pero esta vez parece que han vuelto en tropel. Contemplando este mar de lonas de todos los colores el paseante viaja, sin que le cueste un duro, a la ciudad de San Juan de Acre hace unos cuantos siglos, en concreto a los tiempos de la Tercera Cruzada.
También es posible recordar, con estas suntuosas tiendas playeras, los torneos medievales en los que tan bien se lucieron los caballeros de la Tabla Redonda y Amadís de Gaula.
Este viaje en el tiempo es el que viven los malagueños y visitantes cada fin de semana gracias al descontrol en el que está sumida esta manifestación ostentórea, auténtico rito tribal que empuja a centenares de familias a plantar su parcela particular, casi siempre en primera línea de playa.
Las tiendas playeras son un ande yo caliente y ríase la gente, la demostración de lo poco que importa el uso público de un espacio siempre y cuando un reducido grupo de privilegiados tenga todas las comodidades y confunda el ir a la playa con instalarse en un chalecito portátil.
Las ordenanzas municipales del uso y disfrute de las playas del término municipal de Málaga determinan, en su artículo 10, que están prohibidos los campamentos y acampadas en la playa y señala que quienes vulneren esta prohibición deberán desalojar la playa de inmediato, a petición de los agentes e la autoridad, que podrán instruir un expediente sancionador.
El artículo 2 aclara que una acampada son tiendas de campaña, parasoles no diáfanos en sus laterales o vehículos o remolques habitables.
Las jaimas playeras, vistas las ordenanzas, han reducido su aparataje y ya no abundan tanto las que tenían cubiertas todos los lados, como en un sueño de las Mil y Una Noches. El modelo que se está imponiendo para no tener tantos problemas es la jaima ligth, de idénticas dimensiones pero sin que sus laterales estén tapados. Se han quedado en toldos que en ocasiones, sus intrépidos propietarios tapan con toallas, para que el efecto sea el mismo que el de una tienda de campaña.
Tengan o no los lados tapados, el problema es el mismo: estos toldos, versión aligerada de las jaimas o de los pabellones medievales, ocupan mucho espacio, a veces logran que sea muy complicado entrar en el mar y convierten la experiencia playera en una atosigante carrera por colocar una humilde toalla y una sencilla sombrilla antes de que hagan su aparición estos chalés portátiles que, si se tercia, pueden permanecer anclados en la arena durante todo el fin de semana.
Si la moda prospera, en pocos veranos estará complicado ver la Bahía de Málaga e incluso encontrar un hueco libre para plantar nuevos toldos. Eso sí, los afortunados que logren acotar sus parcelas estarán mejor que quieren. Playas con un volumen excesivo de edificabilidad en la arena; a eso vamos.
Tienda en el centro
Futuro establecimiento en el que, previa remodelación, se servirá un amplio surtido de tapas y cocina creativa.