El otro jardín de los Finzi-Contini, en Málaga

22 Jul

Si buscan un jardín novelesco, vayan a la confluencia de varias calles de clásicos griegos en El Cónsul en busca del cerro donde se encontraba la vieja casa

Si quieren leer algo bueno, pese a que en el libro no aparecen ni las intrigas infernales de Dan Brown ni el señor Grey pasándose tres pueblos, echen una ojeada a El jardín de los Finzi-Contini, de Giorgio Bassani.

Se trata de una magnífica historia de amor y nostalgia en época de penurias políticas, que en ningún momento cae en el empalago, con una mansión y un jardín evocador como telones de fondo. Si pueden, lean el libro en el antiguo jardín de la finca del Cónsul, entre las calles Plutarco y Esquilo, pegando ya a la avenida Jenofonte y ya tendrán resuelta la tarde, sobre todo si se colocan cerca de un gran ficus. Encontrarán muchos paralelismos entre ese jardín italiano añorado y los restos de la histórica finca que dio nombre al barrio.

Hace tiempo que este túmulo, afortunadamente no funerario, dejó de ser un olvidado estercolero que coronaban antropoides de todo tipo para realizar todo tipo de funciones corporales, mayormente las de soltar lastre.

Más de una vez el autor de estas líneas se sintió como en el jardín abandonado de Grandes Esperanzas de Dickens, adentrándose en un entorno salvaje y encima, maloliente pero que mantenía cierto encanto (desdichado).

Nuestros cargos públicos comprendieron un año que no era normal dejar el símbolo de este barrio del distrito de Teatinos hecho unos zorros, así que un buen día nos sorprendieron con un arreglo total y espectacular.

No queda ni rastro de la casa, pero nos podemos hace una idea del jardín original, que conserva algunos de sus símbolos, en especial una pequeña pérgola circular llena de glicinias, que los dueños utilizarían con toda seguridad para repanchingarse, charlar y dormir la siesta, todo ello en cómodas butacas.

En el extremo del cerro que da a la avenida de Plutarco hay un balcón con vistas a un nudo de tráfico pero nos da una idea del paisaje que disfrutaron en esta centenaria propiedad.

Sin embargo, como ocurre casi siempre, todo espacio público está sujeto a la irrupción de varios paréntesis en la evolución humana, por no decir auténticos frenazos. Un usuario del parque señala el lugar donde se encontraba un banco de hierro forjado, que obviamente no ha podido desaparecer por obra y gracia del mago Tamariz (lo suyo son, además, las cartas). ¿Quienes han robado el banco?, ¿no quedamos en que era los bancos los que robaban?

El Ayuntamiento a lo mejor se tiene que plantear anclar bien los que quedan o muy pronto habrá que sentarse en las ramas del ficus.

También hay varias mesas de ping pong, pero algunos jugadores entienden el juego de muñeca como la capacidad para cubrir de espray la mesa en el menor tiempo posible.

La fuerza telúrica de los vándalos, sin embargo, no ha podido todavía con este jardín, muy bien cuidado y que cuenta incluso con una pista de baloncesto, bastante bien camuflada, en la que impera la madera, donde antes estaba el pozo para la zona.

Si buscan una tarde diferente y gratis, ahí tienen el cerro del Cónsul. Eso sí, el libro de Bassani habría que comprarlo.

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